Julieta
—Luna… le ruego. Se lo suplico por lo más sagrado.
—Octavio, sé cuál es tu deber, pero no me puedes pedir eso.
—No puede salir de Ciudad Ónix, es demasiado peligroso —contestaba el beta. Me perseguía día y noche, temiendo que huyera. No era una loca malcriada sin sensatez. Sabía que era peligroso, pero yo no podía quedarme aquí sabiendo que mi mate estaba en riesgo.
—Mi deber es estar con mi alfa —le indiqué, sin saber qué más decir.
—Estoy con el beta, Luna. La ciudad debe estar protegida, eres su Luna, así que lo siento —indicó Eva.
—No estoy diciendo que voy a correr desarmada por la pradera, con una equis en el medio del torso como blanco perfecto para que me ataquen.
Eva miraba al beta como si eso fuera exactamente lo que habían pensado.
—¡No! ¡Escúchenme! Hay que preparar la ciudad, sí, pero estoy segura de que Damian va a venir. Tenemos que asegurarle un paso seguro. Ustedes mismos lo han dicho hasta el cansancio: los Herejes están como cuervos esperando que caigamos.