Saliendo de aquel museo, no deseo regresar de inmediato al departamento, la tarde había caído, en unas horas seria de noche, y tal vez, saldría a cenar con aquel amable hombre que tuvo la fortuna de encontrar esa mañana, decidida a caminar durante un rato antes de sumergirse en su ya demasiado arraigada rutina, dirigió sus pasos hacia la plaza principal, aunque, quizás, aquella no había sido la mejor de las ideas, el lugar estaba repleto de parejas que parecían compartir un buen momento, aquella sensación de infinita soledad, la invadía de vuelta, sentándose en una banca bajo la sombra de un enorme árbol, Juliette recargo su espalda y cerro sus ojos, el aire que soplaba se sentía ligero, refrescante, escuchaba los murmullos en la lejanía, aquel lugar escogido estaba, quizás, demasiado apartado del tumulto de personas que iban en un vaivén de un lado a otro paseando sus perros o charlando con sus parejas, en su vida, todo era lo mismo, había sido un día y era una tarde como cualquier o