BRANDON
Las paredes de mi oficina temblaban con el eco de mi rabia contenida. Había llegado a mi oficina como una abominación caída en la desgracia.
Cerré la puerta con un golpe seco, y me lancé sobre la silla de cuero como si el mundo entero me debiera explicaciones. No me importaba el reporte de marketing, ni los nuevos talentos en audición, ni siquiera las cifras del último trimestre. O si el tal Bishop Moon se quisiera ir a Darkhole.
Me importaba una sola cosa.
Emilia Ricci.
Saqué mi teléfono y marqué sin pensarlo dos veces, mientras daba vueltas en mi silla como un villano planeando su siguiente plan para destruir el mundo.
— ¿Señor Moretti? —Contestó una voz al otro lado. Grave, discreta, y profesional. El tono de quien vive en la sombra y cobra caro por saber cosas que nadie más debe saber.
— Dime que tienes algo —. No saludé. No necesitaba todas esas mierdas de cortesía que la gente generalmente hacía como saludo.
El investigador soltó un suspiro. Sabía que era un maldito c