BRANDON
El primer rayo de luz filtrado entre las cortinas de la recámara fue un testigo silencioso del caos de la noche anterior. Abrí los ojos despacio, sin prisa, como si mi cuerpo no quisiera separarse del calor que aún se aferraba a las sábanas.
A mi lado, Emilia dormía en mis brazos, el cabello desparramado como seda sobre la almohada y parte de mi pecho, las pestañas largas tocando suavemente sus mejillas. Me quedé un rato observándola en ese estado de paz que solo ella podía mostrar después de sobrevivir a una tormenta. Mi tormenta. Nuestra tormenta.
Había algo tan frágil y feroz en esa imagen que casi me dolía tocarla. Pero no pude evitarlo. Me acerqué, muy despacio, y rocé la curva de su cintura con la yema de mis dedos. Solo quería asegurarme de que estaba ahí, de que no era un sueño, de que esta vez sí me la había ganado, aunque fuera solo por una noche más.
Me levanté con cuidado, cubriéndola con la sábana y depositando un beso en su frente. Fui a la cocina, en silencio, c