BRANDON
Las manecillas del reloj se arrastraban con una lentitud insoportable. Eran las siete con cincuenta y tres minutos de la tarde y yo seguía dando vueltas por la oficina como un maldito basilisco echando fuego por todos lados.
— ¡Quiero los guiones de las tres siguientes películas en este momento! —Le grité a mi asistente.
— ¡En seguida voy, señor Moretti! —Dijo la pobre mujer con la voz temblorosa por el humor de perros que me estaba cargando—. Hay tres guiones, uno es de Bishop Moon.
— ¡Traeme el de Bishop Moon a la brevedad!
Adam entró cinco minutos más tarde, después de haberle dado una reprimenda a mi asistente por el retraso de los manuscritos. Sí, estaba exagerando.
— Pero, ¿qué es todo este alboroto? —Me preguntó mi amigo, que tan pronto se paró frente a mi escritorio—. Creí que íbamos a celebrar la victoria de Renacer. Ha sido la mejor película jamás hecha. El guion fue impecable.
Renacer fue el guión que impulsé de Bishop Moon. Cuando el guión llegó a mis manos, lo