BRANDON
Nunca pensé que la mujer a la que llamé mantenida buena para nada, firmaría su libertad sin tocar un solo centavo. Había venido al banco para quitarle todo el dinero y ella me estaba quitando la paz.
Mi mente quedó en esos cinco años. No eran dos, ni tres, eran cinco malditos años en los que ella no había usado un solo centavo de todas las cuentas bancarias, y la tarjeta negra que le había facilitado por obligación en el contrato matrimonial.
Creí que era una buena para nada, una mantenida más, una cazafortunas que había engatusado a mi abuela con un encanto fingido por ser la mujer que era, con sus orígenes nefastos. Y ahora resulta que Emilia había estado viviendo bajo mi techo, sin deberme ni un maldito centavo.
— ¿Desea proceder con la cancelación, señor Moretti? —No supe cuánto tiempo había estado sumergido en mis pensamientos, hasta que la pregunta me golpeó como un puñ**etazo duro y frío, directo a la cara.
No respondí. Solo me quedé mirando la pantalla, con el orgullo