Sus intensos ojos azules parecían tan cálidos y sinceros, que Alice pensaba que no combinaban en nada con lo que él decía.
¿La secuestró y ahora intenta mentir diciendo que no?
Eso fue una tontería.
Ella abrió y cerró la boca, sin saber a ciencia cierta si era sabio discutir con su captor, al final, era su prisionera y estaba a su merced.
El macho pareció percibir sus intenciones, y muy probablemente podía oír el sonido de su corazón, martillando como un loco en su pecho.
Alice deseó nunca haber entrado en su habitación en ese momento, y se preguntó si Jamie la estaría buscando, o había deducido que simplemente se había ido, como había dicho hace tanto tiempo que lo haría.
La segunda opción era la más probable.
Respiró profundamente, y esos ojos azules seguían observándola.
De repente, el macho se levantó y fue hasta una mesita, entonces alcanzó una jarra y llenó una copa con lo que parecía ser vino.
Caminó lentamente hacia ella y le ofreció la copa.
La hembra dudó en acepta