Agatha se quedó mirando a Samer mientras él planeaba los próximos pasos con una calma imperturbable. Lo que la sorprendía no era la situación peligrosa en la que se encontraban, sino cómo Samer, tan racional y controlador, parecía tener todo bajo control, incluso ante la posibilidad de ser atacado desde dentro de su propia empresa. Ella no estaba acostumbrada a ese tipo de frialdad.
“No podemos dejar que Al-Fayed siga ganando terreno,” dijo Samer con la mirada fija en un punto lejano. “Necesitamos asegurarnos de que su infiltrado no tenga acceso a información crítica.”
Agatha observaba sus gestos, cada vez más meticulosos. Sabía que Samer estaba acostumbrado a lidiar con problemas grandes, pero esta vez se trataba de algo personal, algo que involucraba no solo su negocio, sino también su vida y la de ella.
“¿Qué vas a hacer con el infiltrado?” preguntó Agatha, con cierta inquietud en la voz.
Samer no respondió de inmediato. Dio unos pasos hacia la ventana, su silueta recortada contra