La atmósfera en la habitación era pesada, como si el aire mismo estuviera cargado de tensión. Samer permanecía de pie junto a la ventana, su mirada fija en las luces de la ciudad que titilaban en la distancia. Aunque su postura parecía tranquila, Agatha sabía que la tormenta en su interior era feroz.
—No podemos seguir así —dijo finalmente Agatha, rompiendo el silencio. Su voz era baja, pero firme, cargada de una mezcla de frustración y determinación—. Hay demasiadas preguntas y muy pocas respuestas.
Samer giró lentamente la cabeza para mirarla, sus ojos oscuros reflejando el peso de las decisiones que debía tomar.
—Lo sé —respondió, su voz más grave de lo habitual—. Pero no podemos apresurarnos. Un movimiento en falso y todo esto... todo lo que hemos logrado, se desmoronará.
Agatha respiró hondo, tratando de contener la oleada de emociones que amenazaba con desbordarla. Había confiado en Samer desde el principio, pero ahora las dudas comenzaban a infiltrarse en su mente como un venen