El aire cálido del desierto golpeó el rostro de Samer mientras el grupo se apresuraba a dejar atrás la salida de los túneles. La adrenalina que los había mantenido alerta seguía bombeando, pero sabían que el peligro no había pasado.
—No bajen la guardia —ordenó Samer, ajustando su arma y mirando a Khaled y Rashid.
El paisaje árido que los rodeaba era engañosamente tranquilo. Podían ver a lo lejos los contornos de algunos edificios abandonados, posibles refugios temporales. Pero cada paso les recordaba que Omar no dejaría escapar a su objetivo tan fácilmente.
—¿Dónde estamos exactamente? —preguntó Khaled, jadeando ligeramente por el esfuerzo.
—Al este del mercado —respondió Rashid, mirando nerviosamente a su alrededor—. Esta zona solía ser una ruta de caravanas, pero está desierta desde hace años.
Samer asintió, aunque no dejó de observar el horizonte en busca de movimiento. Su instinto le decía que no estaban solos.
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En el campamento, Agatha revisaba el mapa mientras coordinaba con