Posible mate.
Habían pasado dos largas horas.
Derek caminaba de un lado a otro, inquieto, con el ceño fruncido, y empujando con las manos el aire, como si quisiera despejar pensamientos.
El espacio reducido de la casa comenzaba a sofocarlo, a apretarle el pecho como una camisa mal abotonada.
—Ya no aguanto más —murmuró para sí, y se dirigió con paso decidido a la habitación de Scarlet.
Estaba dispuesto a disculparse, no solo por lo que dijo, sino por cómo lo dijo. No podía perder la oportunidad de estar a su lado… aunque solo fuera para escuchar su voz.
Justo cuando iba a tocar la puerta, se detuvo.
#Escucha sus suspiros. Está durmiendo# —la voz de Yeho, su lobo interno, sonó con la misma delicadeza con la que un niño protege una flor.
Derek cerró los ojos.
Se apoyó brevemente en el marco de la puerta, sintiendo una mezcla de culpa, ternura y una ansiedad incontrolable.
Para despejar la mente, se fue por la parte trasera de la casa, y tan pronto estuvo entre la oscuridad, se desvistió con rapidez,