Derek parpadeó, sorprendido.
#Gracias, amigo… eres genial# —le respondió mentalmente a Yeho, con ironía y alivio.
—Tengo un traje de mi padre — le explicó a su lunita, como si acabara de recordarlo de la nada—. Está en perfecto estado. No necesitamos comprar ni alquilar nada.
Scarlet lo miró, sorprendida. Luego sonrió como si le hubieran perdonado una deuda estudiantil y le dio una palmadita en el pecho.
—¡Perfecto! Así no tenemos que empeñar mis órganos —exclamó feliz.
Luego Scarlet se fue con Zhana a medirse su vestido de novia y, por supuesto, no dejó entrar a Derek.
—¡Ni lo sueñes! No puedes verme vestida de blanco antes del gran día —le dijo, empujándolo como si fuera un paparazzi.
Derek se quedó fuera del vestidor, resignado, sentado como un perro bien educado... pero con las orejas bien paradas, escuchando cada palabra detrás de la cortina.
—¡Ay, Zhana, esta quemadura en el muslo me va a arruinar el look! —se quejaba Scarlet, mirándose en el espejo—. El vestido es corto adelant