La traición del regente.
Como Selene había advertido, Reiden apareció acompañado de varios soldados. Pero esta vez no llegaron transformados, para pelear con garras y colmillos, como siempre lo hacían los lobos… Llegaron con armas de fuego, disparando a diestra y siniestra, reventando a cada rogue que los enfrentaba.
Mario, escondido tras una pared con Selene pegada a su lado, sintió cómo la sangre se le helaba. Eso no era propio de su hijo. Derek jamás violaría así las leyes humanas.
—Está desesperado… —susurró, con un sudor frío, bajándole por la sien.
Selene lo fulminó con la mirada.
—¿Y qué esperabas?, ¿que viniera a abrazarte con un ramo de flores? —le soltó sarcástica—. Saca esas armas que usaste para atacar la manada.
Mario, tragando saliva, intentó recuperar autoridad.
—No quedan municiones, ese día las gastamos todas.
Selene inspiró hondo, odiando haber puesto todas sus expectativas en Mario.
—¿Y cómo se supone que nos vamos a defender?
Mario se encogió de hombros.
—Tú aún conservas la mitad de tu fu