La llegada de Paola.
No pasaron 3 horas para que la manada se convirtiera en un hervidero de caos, provocado por Mario, el cual convocó a todos los lobos frente a la explanada que quedaba ubicada muy cerca de la casa de Reiden.
Y allí, con el pulmón perforado que lo obligaba a respirar como si cada aliento fuera un puñal, apoyado en el hombro de uno de los sirvientes de la mansión de Derek, comenzó su discurso como un predicador enloquecido.
Los lobos corrían de un lado a otro, confundidos, divididos, algunos clamando justicia y otros dudando.
—¡Derek morirá por el rechazo de esa mujer! —escupió entre jadeos, casi ahogándose, pero disfrutando de sus expresiones furiosas—. ¡Esa humana es nuestra condena! ¡Una farsa de luna destinada que jamás lo amó! ¡Se casó con él por la riqueza de los Laurent y ahora quiere quedarse con todo!
Unos lo miraban con incredulidad y otros con duda, aunque en su mayoría, contagiados por la malicia de sus palabras, apretaban los puños y mostraban sus colmillos.
—¡Vamos a matar