Tres días de vida.

—Nuera, no te asustes. Vámonos con el regente militar. Él cuidará de ti… y yo también —dijo Ana, envolviendo a Scarlet con la seguridad que solo una madre podía transmitir.

Scarlet dudó, pero finalmente asintió, confiando en Ana. Aun así, no dejó de mirar a Reiden con un recelo que casi podía cortarse con tijeras.

De inmediato, los soldados la rodearon como si escoltaran a un presidente en plena cumbre internacional. Avanzaban compactos, hombro con hombro, atentos a cualquier amenaza en cada esquina.

Mario, forcejeando con Lioran, rugió con una rabia que le desgarraba la garganta.

—¡No dejaré que se la lleven! Cuando todos los lobos sepan que esta mujer es la causante de nuestra extinción, ¡sin duda se pondrán de mi lado!

Lioran, que lo tenía inmovilizado, aprovechó el peso del alfa caído y lo empujó de nuevo contra el suelo con la fuerza de una montaña desplomándose. Lo sujetó con la rodilla, presionándolo hasta que sus huesos crujieron en protesta.

—No lo olvides —susurró Lioran, co
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