El hijo que no nació.
El silencio denso que se creó durante segundos, fue desgarrado por la voz ponzoñosa de Selene cuando dijo maliciosamente: —Esa mujer súcuba se devoró a su propio hijo. Solo eso explica este aborto espontáneo.
Ana, Derek, Lioran y Ester, se giraron hacia ella, y la miraron con un odio encendido.
Pero, Derek temblaba de ira.
—Si vuelves a pronunciar una sola palabra contra mi luna… —gruñó, vibrando como un trueno—, romperé las estúpidas reglas que me impiden dañar a la luna sustituta y te despellejaré viva.
Selene arqueó las cejas, cruzó los brazos bajo su pecho exuberante y esbozó una sonrisa desdeñosa.
—Uy… qué miedo —murmuró con sorna, pero cerró la boca al ver el fuego real en los ojos del supremo.
Scarlet, en cambio, agachó el rostro, devastada. Sentía que todo estaba mal, como si el suelo se hubiera abierto bajo sus pies. Una avalancha de sentimientos encontrados la ahogaba; las lágrimas se acumularon tras sus párpados, ardiendo, quemando, hasta que las dejó caer por sus mejillas.