La verdadera Reina.
Scarlet giró el rostro lentamente y puso los ojos en blanco al ver a Selene.
La gamma estaba agitada, con las venas del cuello marcadas y los ojos inyectados en sangre.
—Esta mujer es una mosca indeseable —bufó Scarlet, incapaz de disimular su desagrado.
Derek, tras comprobar que Scarlet podía sostenerse sola, dejó que la furia lo gobernara. En un parpadeo, su silueta se desdibujó, como un relámpago negro atravesando el espacio y, en un abrir y cerrar de ojos, ya tenía a Selene sujetada del cuello y con los pies suspendidos a centímetros del suelo, y, sin darle un respiro, la estampó contra la pared.
—Dame una maldita razón para no quebrarte el puto cuello ahora mismo —gruñó, con un aura asesina que le erizó la piel a Selene.
Ella, sin mostrar miedo (o fingiendo mucho valor), alzó el mentón.
—¡Osadía la que tienen todos al negarse a cumplir mis órdenes! —vociferó Selene, como si escupiera fuego—. Pedí que prepararan el jet privado para ir a Venecia. Sabes que en dos días se lleva