Sin dejar de observarlo con los ojos entrecerrados, esbozo una sonrisa, ante la cual Kalet cruza sus brazos y me mira con ferocidad.
—No me mires así —refunfuña Kalet después de algunos segundos.
—Quiero que estés al pendiente de cuando lleguen las flores para Giselle y subas para ver su reacción —le ordeno entrelazando mis manos a la altura de mi barbilla—, y obviamente tendrás que venir a contarme.
—¿Por qué tengo que ir yo? —se queja.
—Porque soy tu jefe y te lo estoy ordenando.
—Podrías mandar a la bruja.
—Ella fue de mucha ayuda, así que ahora te toca a ti.
—Pero si ya te ayudé, ¿acaso no fui yo a buscarla? Te aseguro que ni por un momento se te cruzó por la mente preguntarle a ella.
—En eso tienes razón, pero ahora necesito de tu ayuda. Te pagaré el doble este mes si cada que le mande algún obsequio a mi esposa bajas a observar su reacción y luego vienes a contarme todo con detalle.
—El triple —rebate.
—Doble, no harás gran cosa más que bajar y subir —estrecha sus ojos por algun