Maxime
Léa está en sus manos.
He fallado.
Este simple pensamiento me consume mientras deambulo nerviosamente por el apartamento de Eva. Hemos dejado el coche en un aparcamiento subterráneo y hemos subido aquí para establecer un plan.
— Estás dando vueltas como un león enjaulado, gruñe Eva, echada en el sofá, con un cigarrillo entre los dedos.
La ignoro.
Mi teléfono vibra.
Un mensaje desconocido.
"Si quieres volver a verla viva, ven solo. Medianoche. El almacén del puerto."
Aprieto el puño.
— Era obvio que iban a tenderte una trampa, comenta Eva exhalando una nube de humo.
— Voy a ir.
Ella se ríe.
— ¿Estás loco o lo haces a propósito?
La miro con furia.
— No voy a dejarlos hacerle daño.
— Y yo no voy a dejar que te lances de cabeza a la boca del lobo.
La miro un momento, luego desvío la mirada.
— Iré solo.
Ella aplasta su cigarrillo y se levanta.
— Escúchame bien, Maxime. ¿Crees que quieren negociar? No. Quieren tu piel. Así que si te presentas allí sin un plan, te eliminarán como a un