Léa
La noche avanzaba.
A pequeños pasos sigilosos, como si tuviera miedo de perturbar el equilibrio frágil que se había instaurado entre nosotros.
Creía que las emociones ya se habían expresado todas.
Que el corazón había dicho todo.
Pero Maxime aún guardaba algo.
Lo sentía en su respiración.
En esa tensión ínfima, anidada en el hueco de su silencio.
Me había hablado de amor.
Había puesto sus manos en mi vientre, sobre ese pequeño ser que venía.
Y yo, me había dejado envolver.
No del todo tranquila.
Pero un poco más viva.
Y, sin embargo...
Había algo más.
Un destello en el fondo de sus ojos.
Una vacilación que no tenía nada que ver con la duda.
Más bien esa forma de aprensión que se siente justo antes de dar un paso importante.
Un salto.
Se enderezó ligeramente, sin apartar la mirada de mí.
Como si se preparara para confesarme una verdad aún más frágil.
Y supe.
Que íbamos a cruzar otra frontera.
« Hay una cosa más que debo decirte... »
Su voz era grave, pero suave.
Como si dejara cada