Maxime
Cierra los ojos por un instante.— Frente a un café, cerca del gabinete.
Asiento con la cabeza, el corazón latiendo a un ritmo salvaje.
— Maxime, escúchame.
Me giro hacia ella.
Se acerca, posa una mano en mi brazo.
— Por favor... déjame manejar esto.
La miro, incrédulo.
— ¿Qué quieres que haga? ¿Que deje que ese loco siga?
— No. Pero no quiero que hagas una tontería.
Agarro su rostro entre mis manos, forzándola a mirarme.
— Ya es demasiado tarde.
Ella tiembla.
— Maxime...
Me inclino, susurrando contra sus labios:
— Él ha firmado su sentencia de muerte.
Ella contiene la respiración.
Y yo sé una cosa.
Esta noche, voy a cazar.
Si Thomas cree que voy a lanzarme de cabeza, se equivoca.
La rabia fluye por mis venas, pero la ira ciega, y no puedo permitirme actuar sin pensar.
Léa cree que voy a responder de inmediato. Eso también piensa Thomas.
Pero yo voy a hacerlo mejor.
Voy a empujarlo a colapsar por sí mismo.
---
Léa – La Espera Insoportable
Maxime no dice nada.
No una palabra sobre Thomas. Ningún plan impulsivo. Nada.
Está demasiado tranquilo.
Demasiado silencioso.
Y eso me angustia.
Sé que está preparando algo. Veo la tensión en sus hombros, el brillo oscuro en sus ojos.
Pero no sé qué.
Así que hago lo que puedo para mantener el control sobre lo que puedo manejar: mi trabajo, mi rutina, mis pensamientos.
Pero una cosa es segura...
Maxime no ha renunciado. Solo está esperando el momento adecuado.
Y eso es aún más peligroso.
---
Maxime – El Tablero se Coloca
Necesito saber.
Necesito conocer cada movimiento de Thomas antes de que él lo haga.
Así que hago lo que sé hacer mejor: lo observo.
Antoine, mi contacto, me ha dado información valiosa. Thomas no es del tipo que se queda al margen cuando es desafiado. Va a responder.
Pero no directamente.
Es un hombre de redes, de falsas alianzas, de golpes en las sombras.
Querrá golpear donde más duele.
Y sé exactamente dónde: Léa.
Esa es su única opción.
Y ahí es donde lo esperaré.
---
Léa – La Infiltración
Salgo de la oficina tarde esa noche.
Demasiado tarde.
El barrio está desierto, la calle sumida en una semi-oscuridad.
Y, sin embargo, siento esa sensación desagradable.
La de ser seguida.
Apreto mi bolso, acelero el paso.
Los latidos de mi corazón se aceleran, mi respiración se vuelve más corta.
De repente, una sombra se desprende de la pared.
Un hombre.
Una sonrisa de lado.
Reconozco a ese tipo.
Uno de los hombres de Thomas.
Retrocedo instintivamente, pero una voz grave resuena detrás de mí.
— No te aconsejo que corras.
Me quedo paralizada.
Son dos.
M****a.
Mi teléfono está en mi bolso, pero si intento alcanzarlo, ellos lo verán.
Debo mantener la calma.
— ¿Qué quieren?
El primer hombre se acerca, su sonrisa depredadora se agranda.
— Solo queremos charlar.
Mi sangre se congela.
Sé exactamente lo que significa ese tipo de "charla".
Pero antes de que pueda reaccionar, un ruido sordo resuena.
El hombre detrás de mí se desploma sin un sonido.
El otro no tiene tiempo de entender que ya, una sombra lo empuja contra la pared con una violencia inaudita.
Maxime.
Su mirada es oscura, su rostro impasible.
Pero siento la furia contenida en cada uno de sus movimientos.
No dice nada.
Solo aprieta la garganta del hombre entre sus dedos.
Este último se ahoga, lucha, pero Maxime no suelta.
Debería decir algo.
Debería detenerlo.
Pero una parte de mí se niega.
Porque iban a hacerme daño.
Y Maxime lo sabe.
De repente, suelta su agarre justo lo suficiente para que el hombre pueda hablar.
— ¿Quién te envía?
Silencio.
Maxime aprieta su agarre, y esta vez, un gorgoteo de dolor escapa.
— No lo repetiré.
El hombre entra en pánico.
— Es Thomas... solo quería que te pasara un mensaje...
Maxime sonríe.
Una sonrisa fría.
Glacial.
— Entonces dale el mío.
Con un golpe seco, golpea la cabeza del hombre contra la pared. Justo lo suficiente para dejarlo inconsciente.
Luego se vuelve hacia mí.
— ¿Estás bien?
Asiento, todavía en estado de shock.
— Ven.
Me agarra de la mano y me arrastra hacia su coche.
La noche está lejos de haber terminado.
---
Maxime – La Ofensiva Sutil
Thomas quiso atraerme a una trampa.
Subestimó mi paciencia.
Así que ahora es mi turno de moverme.
Hago una llamada mientras salgo de la ciudad con Léa.
— Antoine? Encuentra todo lo que puedas sobre las finanzas de Thomas. Tengo un plan.
Porque la violencia no siempre es suficiente.
A veces, hay que atacar donde más duele.
Y para un tipo como Thomas Gauthier, no es su cuerpo lo que voy a romper.
Es su imperio.
Thomas cometió un error.
Un error monumental.
Creyó que era como él. Un tipo que resuelve sus problemas a golpes, que actúa impulsado por la ira.
Pero yo prefiero la paciencia.
La observación.
Y sobre todo, la destrucción metódica.
MaximeQuiero verlo colapsar. No en un instante, no bajo un golpe bien dado, sino lentamente. Como una bestia atrapada, dándose cuenta demasiado tarde de que ya no tiene salida.Y esta noche, coloco mi primera pieza en el tablero.Léa – Las Paredes se CierranDebería dormir.Pero, ¿cómo podría?Aún tengo la imagen de ese hombre, contra la pared por Maxime, sus ojos llenos de miedo e incomprensión.No es la primera vez que veo a Maxime en este tipo de situación.Pero había algo diferente esta noche.Una rabia fría.Un control absoluto.No actuó impulsivamente. Sabía exactamente lo que hacía.Y eso me aterra.Porque empiezo a entender.Maxime no se va a limitar a responder a Thomas.Él lo va a destruir.Y no sé si debo sentirme aliviada... o preocupada.---Maxime – La Carnada PerfectaEncuentro a Antoine en un bar discreto del centro de la ciudad.Ya está instalado en una mesa al fondo, con su computadora abierta frente a él.— ¿Encontraste algo?Me lanza una mirada y sonríe de lado.—
MaximeTodo es cuestión de tiempo.Thomas es un hombre poderoso, pero como todos los que reinan por el miedo, tiene una debilidad: la paranoia.Le susurré la idea de que había un topo en su propio campamento. Ahora, solo tengo que verlo autodestruirse.El día después de la gala, la tormenta ya comienza a rugir.---Léa – La Sombra de la DudaNo he vuelto a ver a Maxime desde anoche.Se fue después de sembrar su veneno en la mente de Thomas.Y yo, aquí estoy, sentada en mi oficina, incapaz de pensar en otra cosa.¿Por qué me preocupo por él?Es un manipulador. Un jugador de ajedrez que mueve sus piezas sin dudar nunca.Pero entonces, ¿por qué tengo la sensación de que corre un riesgo?Un golpe en mi puerta me saca de mis pensamientos.Es Élise, mi asistente.— Léa… alguien quiere verte.Frunzo el ceño.— ¿Quién?Ella titubea.— Thomas.Un escalofrío helado me recorre.— Hazlo entrar.Unos segundos después, Thomas avanza hacia mi oficina.Su rostro está serio, su mirada dura.No sonríe.
Maxime---Él ha insinuado que va a golpear pronto.Y temo que Maxime subestime lo que un hombre acorralado puede hacer.Me levanto, me pongo una chaqueta y agarro mi teléfono.Tengo que verlo.---Maxime – Llevar la Locura al LímiteHe recibido noticias de Antoine al amanecer.Thomas ha interceptado a Michel antes de que abandonara la ciudad.El pobre idiota no tuvo tiempo de entender lo que le sucedía antes de desaparecer en uno de los almacenes de Thomas.¿Y lo mejor de todo?Thomas está convencido de que hay otros traidores a su alrededor.Empieza a interrogar a sus propios hombres.Algunos desaparecen. Otros son golpeados.La organización que le ha llevado años construir se desmorona bajo el efecto de la paranoia.Y yo solo tengo que soplar suavemente para hacer caer los muros.— Va a estallar, murmuro mientras sorbo mi café.— No solo va a estallar, responde Antoine frente a mí. Va a explotar.Sonrío.Eso es exactamente lo que estoy esperando.---Léa – El Muro de la Desconfianz
Maxime – El Último MovimientoLa noche es pesada.El aire es espeso, cargado de tensión.Estoy sentado al fondo del bar, un vaso en la mano, los ojos fijos en la entrada.Él vendrá.No tiene otra opción.Las puertas se abren violentamente.Y ahí está.Thomas.Despojado.Sus ojos están locos, inyectados de sangre.Su mandíbula tensa, su respiración corta.Es irreconocible.Un rey destruido por su propia paranoia.Avanza lentamente.Las conversaciones se detienen a nuestro alrededor.Las miradas se desvían.Nadie quiere estar aquí cuando la sangre empiece a fluir.Se detiene frente a mí.Su mano tiembla sobre su arma.Levanto mi vaso.— Llegas tarde, murmuro.Él rechina los dientes.— Tú...— ¿Yo?Bebo un sorbo, saboreando el momento.— ¿Qué he hecho, Thomas?Aprieta su arma, sus nudillos blanqueándose.— Me has quitado todo.Levanto una ceja.— No.Dejo lentamente mi vaso.— Solo te he dejado ver lo que ya estabas perdiendo.Su mirada titubea.Está cansado.Agotado.Me levanto lentamen
MaximeUn rey nunca está a salvo.Es una ilusión que solo un idiota puede creer.Thomas cayó sin que tuviera que mover un dedo. Pero ahora que estoy en la cima, las cosas se ponen serias.La sombra de un imperio no es suficiente.Se necesita un trono.Se necesitan cimientos sólidos.Todos deben saber que no soy solo un oportunista.Sino un rey legítimo.Y para eso…Se necesita sangre.---La Reconstrucción – Un Reinado que AfianzarPaso los días siguientes organizando lo que debe ser organizado.Los hombres de Thomas deben elegir: quedarse bajo mis órdenes o desaparecer.Algunos muestran lealtad desde el principio. Han visto caer a su antiguo jefe y saben que resistir sería suicida.Otros dudan.Solo uno comete el error de desafiarme.Cyril, uno de los tenientes de Thomas. Un hombre de mano firme, con palabras arrogantes.Piensa que mi poder es una ilusión. Que solo soy un chico astuto que tuvo suerte.Entonces me provoca frente a todos.— Puede que tengas la lengua bien suelta, Maxim
MorettiSolo quería salir a buscar un café y tomar un poco de aire.Pero apenas puse un pie afuera, un tipo en traje me interpela.— ¿Eres Léa?Frunzo el ceño.— ¿Quién lo pregunta?Él sonríe.Una sonrisa educada, casi amistosa.— Un amigo de Maxime.No me muevo.— Es curioso, porque Maxime no me ha hablado de ti.Él sigue sonriendo.— Está muy ocupado.Me tenso.Este tipo no es un amigo.Y no está solo.Otros dos hombres están a unos metros, discretos pero presentes.Suspiro por dentro.Por supuesto que Maxime tenía razón.Moretti golpea donde duele.Y hoy, lo que duele, soy yo.El hombre se acerca un poco.— Deberías venir con nosotros.Sonrío a mi vez.— ¿Y si me niego?Él inclina la cabeza, fingiendo compasión.— Sería un error.Cruzo los brazos.— ¿Y si cometo un error?Él suspira.— En ese caso...Saca una pistola y la apunta a mi abdomen.— Tendré que convencerte de otra manera.Sonrío aún más.— Perfecto.Le agarro la muñeca de un tirón y la torzo violentamente.La pistola cae
MaximeSe acerca la medianoche.Estoy acostado en el techo de un edificio adyacente al de Moretti. La noche es tranquila, pero bajo esta aparente calma se esconde una tensión eléctrica.Fijo el objetivo de mis binoculares térmicos.Cuatro guardias en el techo. Dos más en la entrada principal. Y otros tres patrullando el perímetro.Moretti ha reforzado la seguridad.Es casi halagador.— ¿Cuántos? murmura Léa, acostada a mi lado.— Nueve visibles. Y seguramente otros dentro.Ella asiente.— ¿De verdad quieres ir solo?— Es la única opción.No puedo permitirme un asalto frontal. No todavía.Léa me mira un momento antes de suspirar.— Eres realmente suicida.Sonrío ligeramente.— O solo muy confiado.Ella no responde.Yo tampoco.Me incorporo y reviso mi equipo:Cuchillo de cerámica, indetectable a los detectores de metales.Silenciador instalado en mi Glock.Cuerda y gancho enrollados alrededor de mi torso.Estoy listo.Agarro la barandilla de seguridad y me lanzo al vacío.---La Infilt
MaximeUna Pequeña EsperanzaEl tiempo se estira.Moretti continúa su juego.Pero noto algo.Uno de sus hombres ha dejado un cuchillo demasiado cerca de mí, sobre la mesa.Si logro distraerlo…Inhalo profundamente y finjo ser más débil de lo que soy.Dejo que mi cabeza caiga ligeramente hacia adelante, respirando con dificultad.Moretti se acerca, creyendo que comienzo a flaquear.— ¿Ves, Maxime? Solo era cuestión de tiempo.Hace un gesto a su hombre de confianza.Este se acerca para levantarme.Es el momento.Me muevo bruscamente, haciendo caer mi silla.En el mismo movimiento, agarro el cuchillo con mis dedos aún atados.El guardia intenta levantarme, pero clavo la hoja directamente en su garganta.Retrocede gorgoteando, las manos apretadas sobre su herida abierta.Moretti maldice y saca su arma.Pero yo me tiro al suelo y rompo mi silla contra la pared, liberando mis piernas.Las balas vuelan.Esquivo un disparo por poco y me lanzo sobre uno de los guardias.Lo estrangulo con las e