Maxime
Las calles de París tienen un perfume diferente por la noche.
Se convierten en un terreno de caza.
Y yo soy quien acecha.
Después de mi encuentro con Antoine, mi contacto, sé que el mensaje será transmitido a Thomas Gauthier. Pero algo me dice que este tipo no se va a doblegar tan fácilmente.
Un tipo que ha sobrevivido tanto tiempo en el medio es una serpiente. Se desliza, espera su momento, y cuando crees que está fuera de juego, ataca.
No me gusta eso.
Así que tomaré la delantera.
---
Léa – Un Presentimiento Glacial
El sueño se niega a venir.
Tumbada en la cama, miro al techo, el corazón latiendo.
Maxime salió hace horas.
Debería sentirme aliviada de que quiera protegerme. Pero una parte de mí se niega a ser esa chica que espera a que un hombre resuelva sus problemas.
No soy una víctima.
No quiero serlo.
Así que, en lugar de dar vueltas, me levanto y agarro mi teléfono.
Un mensaje de Maëva aparece.
Maëva: "¿Has visto las noticias?"
Frunzo el ceño.
Algo me aprieta el estómago.
Escribo el nombre de Thomas Gauthier en mi motor de búsqueda.
Y encuentro un artículo.
"Un hombre encontrado golpeado frente a un club del octavo distrito. El sospechoso sigue prófugo."
Hago clic.
La foto borrosa de un hombre tendido en el suelo me congela la sangre.
No es Thomas.
Pero es uno de sus chicos.
Un mensaje.
Una advertencia.
Y no tengo ninguna duda de quién está detrás de esto.
Maxime.
Apreto el teléfono entre mis dedos.
Si Thomas aún no tenía razón para contraatacar, ahora la tiene.
Y yo estoy en medio.
---
Maxime – La Carnada Perfecta
Cuando regreso, el sol comienza a asomarse detrás de los edificios.
Léa está despierta.
Sentada en el sofá, con los brazos cruzados, su teléfono frente a ella.
Su mirada oscura me paraliza.
— ¿Puedes explicarme? —pregunta con voz fría.
Coloco mi chaqueta sobre el respaldo de una silla y levanto una ceja.
— ¿De qué hablas?
Se levanta y me muestra su pantalla.
Leo el artículo.
Mi expresión permanece impasible.
— Ah.
Ella estalla en una risa, una risa nerviosa, llena de ira.
— "¿Ah?" ¿Es todo lo que tienes que decir?
— ¿Qué quieres que diga?
Se acerca, su mirada ardiente.
— Que no eres responsable.
La miro fijamente.
— No soy responsable.
Ella suspira, sacude la cabeza.
— Maldita sea, Maxime…
Pasa una mano por su cabello.
— ¿Crees que Thomas dejará pasar esto?
— Ese era el objetivo.
Se detiene en seco.
— ¿Qué?
Cruzo los brazos.
— Debía entender que si se acerca de nuevo a ti, no será una advertencia.
Su rostro se queda inmóvil.
— ¿Entonces es un juego para ti?
— No.
Mi tono es contundente.
— Es una necesidad.
Me mira, y siento que vacila entre la ira y… otra cosa.
¿Miedo?
No.
Léa no me tiene miedo.
Tiene miedo de lo que implica.
Me acerco a ella lentamente.
Ella no retrocede.
— Escúchame bien, Léa. No juego. No hago esto para alimentar mi ego. Hago esto porque ese tipo es peligroso. Y solo entiende un idioma.
Traga saliva, pero sus ojos no se apartan de los míos.
— ¿Y qué? ¿Vas a seguir hasta que desaparezca?
Inclino la cabeza.
— Depende.
— ¿De qué?
Me detengo a un suspiro de su rostro.
— De él.
Un pesado silencio se instala.
Luego ella retrocede.
La dejo hacer.
Ella agarra su bolso.
— ¿A dónde vas?
— A trabajar.
— Léa…
Ella me fulmina con la mirada.
— Necesito aire.
Cierra la puerta tras ella.
Y yo aprieto los puños.
Porque sé que este día apenas comienza.
---
Léa – El Encuentro Equivocado
El día en la oficina es un calvario.
Imposible concentrarse.
Las palabras de Maxime giran en mi cabeza.
Al mediodía, decido salir a tomar aire.
Gran error.
Apenas llego frente a un café, una figura se coloca frente a mí.
Thomas.
Mi estómago se retuerce.
Lleva gafas de sol, una sonrisa de lado.
— Tenemos que hablar.
Doy un paso atrás.
— No tengo nada que decirte.
— Yo sí.
Se inclina ligeramente.
— Tu perro guardián ha cometido un error.
Me esfuerzo por no mostrar mi miedo.
— Deberías decirle que pare.
— ¿O sino qué?
Sonríe más.
— Sino, tendré que cansarlo.
Mi corazón late con fuerza.
— Y a ti también.
Me da una palmadita en el hombro, luego se aleja como si nada.
Mis piernas tiemblan.
Y un solo pensamiento cruza mi mente.
Maxime va a estallar.
---
Maxime – La Chispa Antes de la Explosión
Cuando Léa regresa esa noche, sé inmediatamente que algo no va bien.
Su rostro está tenso, su mandíbula apretada.
— ¿Qué pasa?
Ella titubea, luego suelta:
— Thomas me amenazó.
Mi visión se tiñe de rojo.
— ¿Te tocó?
— No.
— ¿Dónde estaba?
— Maxime…
— ¿Dónde?
MaximeCierra los ojos por un instante.— Frente a un café, cerca del gabinete.Asiento con la cabeza, el corazón latiendo a un ritmo salvaje.— Maxime, escúchame.Me giro hacia ella.Se acerca, posa una mano en mi brazo.— Por favor... déjame manejar esto.La miro, incrédulo.— ¿Qué quieres que haga? ¿Que deje que ese loco siga?— No. Pero no quiero que hagas una tontería.Agarro su rostro entre mis manos, forzándola a mirarme.— Ya es demasiado tarde.Ella tiembla.— Maxime...Me inclino, susurrando contra sus labios:— Él ha firmado su sentencia de muerte.Ella contiene la respiración.Y yo sé una cosa.Esta noche, voy a cazar.Si Thomas cree que voy a lanzarme de cabeza, se equivoca.La rabia fluye por mis venas, pero la ira ciega, y no puedo permitirme actuar sin pensar.Léa cree que voy a responder de inmediato. Eso también piensa Thomas.Pero yo voy a hacerlo mejor.Voy a empujarlo a colapsar por sí mismo.---Léa – La Espera InsoportableMaxime no dice nada.No una palabra sob
MaximeQuiero verlo colapsar. No en un instante, no bajo un golpe bien dado, sino lentamente. Como una bestia atrapada, dándose cuenta demasiado tarde de que ya no tiene salida.Y esta noche, coloco mi primera pieza en el tablero.Léa – Las Paredes se CierranDebería dormir.Pero, ¿cómo podría?Aún tengo la imagen de ese hombre, contra la pared por Maxime, sus ojos llenos de miedo e incomprensión.No es la primera vez que veo a Maxime en este tipo de situación.Pero había algo diferente esta noche.Una rabia fría.Un control absoluto.No actuó impulsivamente. Sabía exactamente lo que hacía.Y eso me aterra.Porque empiezo a entender.Maxime no se va a limitar a responder a Thomas.Él lo va a destruir.Y no sé si debo sentirme aliviada... o preocupada.---Maxime – La Carnada PerfectaEncuentro a Antoine en un bar discreto del centro de la ciudad.Ya está instalado en una mesa al fondo, con su computadora abierta frente a él.— ¿Encontraste algo?Me lanza una mirada y sonríe de lado.—
MaximeTodo es cuestión de tiempo.Thomas es un hombre poderoso, pero como todos los que reinan por el miedo, tiene una debilidad: la paranoia.Le susurré la idea de que había un topo en su propio campamento. Ahora, solo tengo que verlo autodestruirse.El día después de la gala, la tormenta ya comienza a rugir.---Léa – La Sombra de la DudaNo he vuelto a ver a Maxime desde anoche.Se fue después de sembrar su veneno en la mente de Thomas.Y yo, aquí estoy, sentada en mi oficina, incapaz de pensar en otra cosa.¿Por qué me preocupo por él?Es un manipulador. Un jugador de ajedrez que mueve sus piezas sin dudar nunca.Pero entonces, ¿por qué tengo la sensación de que corre un riesgo?Un golpe en mi puerta me saca de mis pensamientos.Es Élise, mi asistente.— Léa… alguien quiere verte.Frunzo el ceño.— ¿Quién?Ella titubea.— Thomas.Un escalofrío helado me recorre.— Hazlo entrar.Unos segundos después, Thomas avanza hacia mi oficina.Su rostro está serio, su mirada dura.No sonríe.
Maxime---Él ha insinuado que va a golpear pronto.Y temo que Maxime subestime lo que un hombre acorralado puede hacer.Me levanto, me pongo una chaqueta y agarro mi teléfono.Tengo que verlo.---Maxime – Llevar la Locura al LímiteHe recibido noticias de Antoine al amanecer.Thomas ha interceptado a Michel antes de que abandonara la ciudad.El pobre idiota no tuvo tiempo de entender lo que le sucedía antes de desaparecer en uno de los almacenes de Thomas.¿Y lo mejor de todo?Thomas está convencido de que hay otros traidores a su alrededor.Empieza a interrogar a sus propios hombres.Algunos desaparecen. Otros son golpeados.La organización que le ha llevado años construir se desmorona bajo el efecto de la paranoia.Y yo solo tengo que soplar suavemente para hacer caer los muros.— Va a estallar, murmuro mientras sorbo mi café.— No solo va a estallar, responde Antoine frente a mí. Va a explotar.Sonrío.Eso es exactamente lo que estoy esperando.---Léa – El Muro de la Desconfianz
Maxime – El Último MovimientoLa noche es pesada.El aire es espeso, cargado de tensión.Estoy sentado al fondo del bar, un vaso en la mano, los ojos fijos en la entrada.Él vendrá.No tiene otra opción.Las puertas se abren violentamente.Y ahí está.Thomas.Despojado.Sus ojos están locos, inyectados de sangre.Su mandíbula tensa, su respiración corta.Es irreconocible.Un rey destruido por su propia paranoia.Avanza lentamente.Las conversaciones se detienen a nuestro alrededor.Las miradas se desvían.Nadie quiere estar aquí cuando la sangre empiece a fluir.Se detiene frente a mí.Su mano tiembla sobre su arma.Levanto mi vaso.— Llegas tarde, murmuro.Él rechina los dientes.— Tú...— ¿Yo?Bebo un sorbo, saboreando el momento.— ¿Qué he hecho, Thomas?Aprieta su arma, sus nudillos blanqueándose.— Me has quitado todo.Levanto una ceja.— No.Dejo lentamente mi vaso.— Solo te he dejado ver lo que ya estabas perdiendo.Su mirada titubea.Está cansado.Agotado.Me levanto lentamen
MaximeUn rey nunca está a salvo.Es una ilusión que solo un idiota puede creer.Thomas cayó sin que tuviera que mover un dedo. Pero ahora que estoy en la cima, las cosas se ponen serias.La sombra de un imperio no es suficiente.Se necesita un trono.Se necesitan cimientos sólidos.Todos deben saber que no soy solo un oportunista.Sino un rey legítimo.Y para eso…Se necesita sangre.---La Reconstrucción – Un Reinado que AfianzarPaso los días siguientes organizando lo que debe ser organizado.Los hombres de Thomas deben elegir: quedarse bajo mis órdenes o desaparecer.Algunos muestran lealtad desde el principio. Han visto caer a su antiguo jefe y saben que resistir sería suicida.Otros dudan.Solo uno comete el error de desafiarme.Cyril, uno de los tenientes de Thomas. Un hombre de mano firme, con palabras arrogantes.Piensa que mi poder es una ilusión. Que solo soy un chico astuto que tuvo suerte.Entonces me provoca frente a todos.— Puede que tengas la lengua bien suelta, Maxim
MorettiSolo quería salir a buscar un café y tomar un poco de aire.Pero apenas puse un pie afuera, un tipo en traje me interpela.— ¿Eres Léa?Frunzo el ceño.— ¿Quién lo pregunta?Él sonríe.Una sonrisa educada, casi amistosa.— Un amigo de Maxime.No me muevo.— Es curioso, porque Maxime no me ha hablado de ti.Él sigue sonriendo.— Está muy ocupado.Me tenso.Este tipo no es un amigo.Y no está solo.Otros dos hombres están a unos metros, discretos pero presentes.Suspiro por dentro.Por supuesto que Maxime tenía razón.Moretti golpea donde duele.Y hoy, lo que duele, soy yo.El hombre se acerca un poco.— Deberías venir con nosotros.Sonrío a mi vez.— ¿Y si me niego?Él inclina la cabeza, fingiendo compasión.— Sería un error.Cruzo los brazos.— ¿Y si cometo un error?Él suspira.— En ese caso...Saca una pistola y la apunta a mi abdomen.— Tendré que convencerte de otra manera.Sonrío aún más.— Perfecto.Le agarro la muñeca de un tirón y la torzo violentamente.La pistola cae
MaximeSe acerca la medianoche.Estoy acostado en el techo de un edificio adyacente al de Moretti. La noche es tranquila, pero bajo esta aparente calma se esconde una tensión eléctrica.Fijo el objetivo de mis binoculares térmicos.Cuatro guardias en el techo. Dos más en la entrada principal. Y otros tres patrullando el perímetro.Moretti ha reforzado la seguridad.Es casi halagador.— ¿Cuántos? murmura Léa, acostada a mi lado.— Nueve visibles. Y seguramente otros dentro.Ella asiente.— ¿De verdad quieres ir solo?— Es la única opción.No puedo permitirme un asalto frontal. No todavía.Léa me mira un momento antes de suspirar.— Eres realmente suicida.Sonrío ligeramente.— O solo muy confiado.Ella no responde.Yo tampoco.Me incorporo y reviso mi equipo:Cuchillo de cerámica, indetectable a los detectores de metales.Silenciador instalado en mi Glock.Cuerda y gancho enrollados alrededor de mi torso.Estoy listo.Agarro la barandilla de seguridad y me lanzo al vacío.---La Infilt