Capítuo 6

No sabía si lo ocurrido con el cuervo la noche anterior había sido un sueño o había sido real, pero me había dejado un terrible miedo que no podía explicar; mi tobillo había mejorado considerablemente, ya no dolía y tampoco estaba inflamado, lo cual lamenté puesto que mi médico ya no vendría a visitarme, pero estaba emocionada porque sabía que lo vería una vez más, al menos hoy.

Mi padre estaba muy preocupado por mí, yo era la luz de sus ojos solía decir, aunque también lo había escuchado anhelar un hijo varón.

—    Tienes que ponerte bien princesa, o tendremos que posponer tu baile de cumpleaños — dijo dándome un beso en la frente

—   ¡Oh, no por favor padre! Estoy bien, por favor, no pospongas la fiesta, te aseguro que ya no siento dolor.

—    Está bien mi niña, voy a creerte, además te tengo una sorpresa.

—   ¿Una sorpresa?

—   Sí, te la entregaré el día de tu cumpleaños.

Siempre me encantaron los obsequios de mi padre, él acostumbraba siempre a darme cosas inusuales así que tenía un motivo más para querer que esas dos semanas pasaran pronto. Pedí que me ayudaran a arreglarme un poco antes de que llegara mi médico, quería que me viera bonita y no toda despeinada y enferma.

Mi madre me subió el desayuno, pero apenas pude probar bocado, un enjambre de abejas revoloteaba en mi interior sólo de pensar que en cualquier momento mi hermoso médico iba a entrar por la puerta y mi corazón palpitaba tan rápido que sentía que  me saldría disparado por la boca.

Tomé a mi querida e inseparable amiga, la muñeca que me había acompañado durante tantos años desde que mi padre me la compró en uno de sus viajes. — Es hora de que te deje ir — dije — Siempre te voy a llevar en mi corazón, pero soy mayor y ya no debo jugar con muñecas.

Justo estaba diciendo la última frase cuando mi madre abrió la puerta de la habitación y mi médico venía tras ella, casi muero de vergüenza al ver su sonrisa cuando me miró hablándole a la muñeca, ¿Cómo me va a mirar como mujer si me ve comportándome como una niña? Quería que me tragara la tierra en ese momento.

— ¡Buen día señorita Isabel! ¿Cómo amaneció mi paciente hoy? — dijo acercándose y tomando mi mano para besarla suavemente como si yo fuera una dama.

— ¡Buen día … Don Maximiliano! Estoy mucho mejor, gracias a usted y a Dios por supuesto — dije tratando de evitar que el nerviosismo y que la emoción no se notara en mi voz, pues no quería que mi madre se diera cuenta de lo que me estaba pasando.

—    Me da  gusto ver que ya se siente muy bien, ¿Me permite revisar ese tobillo? — dijo y yo comencé a temblar al saber que iba a tocar mi pie con sus manos.

No sabía por qué, pero sentir el calor de sus manos en la piel, me causaba sensaciones en el cuerpo que yo nunca había sentido antes y era maravilloso,  retiró el paño y comenzó a mover mi tobillo haciendo círculos con mi pie, primero hacia un lado y luego hacia el otro muy despacio y luego con su dedo índice, trazó círculos alrededor de mi tobillo provocando que mi cuerpo reaccionara de una manera indescriptible acumulando la sensación en el centro de mi ser. “Oh Dios, ¿tendré confesarme por sentir esto que siento?” — pensé —

—    ¡Perfecto! — dijo después de unos minutos — ha evolucionado muy bien, ya no es necesario que use esto — dijo quitándome las tablillas que me inmovilizaban el pie — Pero vamos a continuar usando el paño caliente con infusión de árnica y guarde reposo por dos días más, después de esos días, puede salir de su habitación, pero evite salir a la calle y no suba ni baje la escalinata, hay que evitar forzar el tobillo al menos esta semana y le aseguro que estará perfectamente para disfrutar de su baile de cumpleaños.

—    ¡Oh, muchas gracias Don Maximiliano! — dijo mi madre inmediatamente y yo casi pego de brincos cuando añadió — Y por supuesto, está usted cordialmente invitado al baile de presentación en sociedad de nuestra Isabel querida, ya recibirá en su casa una invitación formal.

—    Por supuesto que asistiré al baile Madame — contestó él y mi corazón dio un vuelco cuando uno de sus hermosos ojos castaños me dirigió un discreto guiño — Será un honor para mí, si me permiten ser el primero en bailar con la señorita — añadió y mi corazón amenazaba con salirse por mi boca en cualquier momento, pero lo que realmente me sorprendió fue la respuesta de mi madre.

—    Al contrario, Don Maximiliano, el honor sería nuestro, si usted manifestara interés en nuestra niña, tanto mi esposo como yo estaríamos encantados.

—    Favor que usted me hace Doña Leonor, por el momento me retiro, no quisiera ser inoportuno.

—    ¡Oh, no! Usted no es inoportuno, de hecho, quisiera invitarlo a tomar un té o un café, quisiera platicar con usted un momento, si me lo permite.

—    ¡Claro, yo encantado de acompañarla! ¿Le parece si vengo por la tarde? En éste momento tengo que ir al palacio De Lara, a revisar a Doña Hipólita.

Se acercó a mi cama y tomó mi mano para despedirse, me miró directamente a los ojos y me sonrió antes de darme un suave beso en la mano, un beso que se prolongó durante unos segundos y que yo hubiera querido que durara por siempre.

Salieron los dos de mi habitación y ya no pude escuchar de qué era de lo que hablaban, pero el saber que él quería ser el primero en bailar conmigo en mi cumpleaños y que mis padres estaban totalmente de acuerdo, ya que mi madre no habría contestado algo como eso, sin el consentimiento de mi padre, me hacían albergar la esperanza de que esto que yo sentía, él también lo sentía y era algo muy nuestro, muy íntimo.

Me moví para acomodar los almohadones y un dolor punzante en la pierna izquierda me sacudió de pronto, levanté la sábana y mi camisón para ver de qué se trataba, inexplicablemente mi calzón estaba roto y manchado de sangre y un tremendo moretón en la pierna, me dolía espantosamente …   

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