Subí las escaleras y llegué a la terraza, me acerqué al barandal a mirar la inmensidad de la oscuridad, con la luz de la luna podía ver el jardín encantado y después la nada, la selva y el mar eran solamente oscuridad. Me disponía a entrar en la habitación cuando escuché un sonido extraño que me hizo voltear rápidamente, era el perro que salió de entre la maleza por un momento se quedó mirando fijamente hacia la cabaña, mi corazón comenzó a latir con fuerza, no sabía que era lo que sentía, pero sin duda podría jurar que el perro me estaba mirando fijamente mi estómago se contrajo cuando emitió un aullido, no sentí miedo su aullido no parecía de dolor era más bien como si me estuviera dando la bienvenida, luego se fue corriendo y se perdió entre la selva.
Miré hacia la cama y me di cuenta que la maleta que había dejado encima no estaba y en su lugar había una cesta, en su interior había shampú, jabón de tocador, pasta dental, gel de baño, crema corporal y facial con bloqueador solar y