Según los astros, éste era el año en el que conocería a la hija favorita de Dios, ella había nacido justamente el día siete de julio del año mil setecientos setenta y siete y en unos días cumpliría la mayoría de edad de acuerdo a las costumbres de los blancos, la presentarían en sociedad en un gran baile, yo todavía no la conocía, según los sabios debía saberlo apenas la viera, una corriente eléctrica en el cuerpo al cruzar las miradas me indicaría que ella era la correcta, en nuestra cultura, el matrimonio implicaba compañerismo, respeto, reproducción pero no se hablaba del amor, así que no tenía un punto de referencia.
Hacía tiempo que había comprado una propiedad en la ciudad, era una casona elegante en el primer cuadro de la ciudad, de acuerdo a las costumbres coloniales, entre más cerca estuviera la casa de su templo, mas importante era la familia ante la sociedad.
Como todo ciudadano del pueblo, se esperaba que los domingos asistiera a los cultos religiosos, así que decidí entran en la iglesia, si bien difería con las creencias religiosas, respetaba sus costumbres y mi madre me había hablado de su Dios por lo que no me era desconocido el tema, tendría que adaptarme a todo con el paso del tiempo, no debía despertar sospechas de mi verdadero origen y que podría correr la misma suerte que mi padre que fue ejecutado por la Santa inquisición
Pude darme cuenta que todas las damas de la ciudad, asistían a misa con sus hijas a las nueve de la mañana y al rosario de las cinco de la tarde y yo lo único que sabía sobre mi destino, era que la hija favorita de dios debía estar por cumplir los diecisiete años, así que si vivía en esta ciudad seguramente en algún momento la vería entrar en la iglesia acompañada de su madre.
Parecía absurdo pararse fuera de la iglesia y esperar cruzar la mirada con todas las jovencitas que llegaran al rosario, y definitivamente esa no era mi intención, si estaba escrito sucedería de forma natural, así debía ser, no debía forzar la situación.
Mi fama de rico terrateniente se había expandido por la ciudad y varios señores importantes estaban interesados en hacer negocios conmigo y algunos habían manifestado interés en presentarme a sus hijas casaderas al enterarse de que era viudo, aunque nadie se atrevía a preguntar cómo había muerto mi esposa, afortunadamente el regidor padre de mi esposa fallecida, había sido destituido y enviado de regreso a España hacía ya más de diez años y el único testigo de mi matrimonio, el sacerdote que había oficiado la boda clandestina había sido nombrado obispo y enviado a la ciudad de Valladolid; así que mi oscuro pasado, no corría el riesgo de ser expuesto.
El nuevo regidor me había citado en su oficina para ofrecerme participar en alguno de sus negocios personales, salí de la casona de mi propiedad rumbo al palacio de gobierno, atravesar el atrio de la iglesia, era un camino mucho más corto que rodear sobre la calzada; iba caminando totalmente distraído cuando al llegar a la entrada de la iglesia una hermosa dama entraba acompañada de su hija y una sirvienta, caminaban apresuradamente hacia el rosario de las cinco que ya estaba comenzando, así que me detuve para dejarlas pasar.
Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, cuando la hermosa chiquilla levantó la mirada y mis ojos se cruzaron con los suyos, su rostro asemejaba el de una virgen como las que adoraban los blancos, sus enormes y hermosos ojos se abrieron asombrados al mirarme y un delicado rubor cubrió sus mejillas; rápidamente bajó la mirada, seguramente sintió que era inapropiado mirarme de frente, así eran educadas las señoritas de sociedad.
Algo extraño pasó en mi interior, un enjambre de abejas revoloteaba dentro de mi cuerpo y mi corazón comenzó a palpitar rápidamente; “Es ella” — pensé — “Tiene que ser ella”.
Acudí a mi cita de negocios, sin embargo, no podía dejar de pensar en esa hermosa criatura, tenía que conocerla, a partir de ese momento mi corazón dejó de pertenecerme, y no sabía hasta qué punto.
El señor Regidor ya me esperaba, acompañado de uno de sus socios más importantes, el General de Icazar, ellos entre algunos de sus negocios, contaban con plantaciones de cacao, café y vainilla, productos muy cotizados en Europa y que en estas tierras eran de muy buena calidad.
— Adelante Señor de Castilla — dijo el regidor entusiasmado al verme llegar, cabe mencionar que ante la sociedad de los blancos solía usar el apellido de mi madre. — Bienvenido, ya lo estábamos esperando, ¿Ya conoce usted al General de Icazar?
— Aun no tengo el gusto — Contesté haciendo una reverencia a lo que el caballero respondió poniéndose de pie y extendiendo su mano para estrechar la mía.
— Un placer Don Maximiliano — dijo — es usted más joven de lo que me habían dicho.
— ¡Debe ser porque es soltero! — añadió el Regidor — y no lo agobian los problemas del matrimonio.
— ¡Vaya que sorpresa! — dijo el General — Entonces será muy bien recibido en mi palacio, en dos semanas presentaré en sociedad a mi única hija y quizás además de socios seamos familia.
— Será un honor visitar su casa General, aunque debe saber que en realidad soy viudo— dije, sabiendo que mi corazón no tendría ya ojos más que para la hermosa niña que había visto hacía unos momentos en la iglesia.
— Viudo, y soltero es lo mismo Don Maximiliano, somos hombres y las dos palabras significan libertad.
Hablamos de negocios, a mí me convenía vender el cacao y la vainilla que producía mi comunidad, de esa manera, podía obtener otro tipo de semillas y víveres para el beneficio de mi gente, se sorprendieron cuando les dije cuántos sacos podría aportar anualmente a nuestro negocio y por supuesto se interesaron en los beneficios económicos que generarían comprando mi producto.
En cuanto salí de allí caminé rápidamente hacia la iglesia, esperaba que el rosario aun no terminara, así que me apresuré para verla una vez más...