Bajamos al salón para que Lola presentara a su esposo a mis padres, pero en cuanto Don Iván vio una sirvienta, pidió que le hicieran una infusión de romero y árnica para curar mi dedo, pidió agua hervida con sal y un paño limpio para vendarlo, en cuanto le trajeron lo que pidió, me realizó una curación un tanto extraña, tallando fuertemente el lugar del pinchazo, tanto que incluso me lastimó un poco, pero después sentí un gran alivio.
Pedimos que nos sirvieran té y café en el salón, mis padres habían salido sin decir a dónde así que los esperaríamos y mientras mi futuro cuñado me contaba anécdotas de cuando él y Maximiliano eran niños, era tan hermoso escuchar como su madre les había enseñado a ser unos caballeros, a comportarse en sociedad y a bailar y me impresionaba la admiración con que Lola veía y escuchaba a su esposo, sus ojos le brillaban de una forma muy especial mientras lo miraba y él de cuando en cuando, le tomaba la mano y le depositaba un suave beso. Eran la pareja más he