El picnic de la mentira

El domingo siguiente, en el hermosísimo Central Park, con el ambiente animado y el sol pintando el césped con su resplandor dorado y árboles que se mecen y que danzan al ritmo del viento, el grupo hace acto de presencia para compartir un rato muy ameno.

John había organizado un picnic “espontáneo” con una sonrisa amable y una canasta perfectamente preparada que ningún alma ingenua sospecharía, todo para llevar a cabo su plan.

—Solo traigan hambre —había dicho a los monjes en la cena pasada—. El resto es por mi cuenta.

¿Y quién le dice no a un picnic gratis con todo incluido?

Loys, emocionada por la idea, ayudó al igual que el resto. Todo para planear como hacer que Tenzin deje a Suzy.

Amelia tenía asuntos del trabajo que resolver, así que se quedó en la oficina, y Jefferson, a pesar de sus reservas, también asistió.

Tenzin llegó con Suzy y sus amigos tibetanos: Dorjee, Pang y Karmann. Pero Loys, como era de esperarse, se había arreglado más que para una simple tarde al aire libre. Ves
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