Al día siguiente, Loys Sang los invitó a cenar a todos, con el pretexto de disculparse con Suzy. Además de no enemistarse ni quedar mal con Tenzin. Pero en realidad solo buscaba una oportunidad para poner en ridículo a Suzy. Y que Tenzin la abandonó.
La noche caía con elegancia sobre el centro de Manhattan. La brisa tibia se colaba entre las copas de los árboles mientras las luces doradas del restaurante “The Golden Leaf” iluminaban las ventanas con un aura acogedora. El lugar elegido por Loys para una cena especial era cómodo y cálido, ideal para la mezcla cultural que se avecinaba.
Suzy, vestida con un vestido de seda burdeos que le acariciaba la piel como una segunda capa, llegó del brazo de Tenzin. Él lucía un conjunto clásico, camisa blanca impecable y blazer negro, sin corbata, elegante a su manera serena y tibetana. Tras ellos, Amelia y Natalie, sus fieles amigas, se unían al grupo, con una mirada curiosa que no dejaban escapar ni un solo detalle. Cuando Suzi le dijo que los am