Logro abrir los ojos. Sigo en mi cama, que está deliciosamente calientita como para dejarle. Es mitad de semana, pero siento que ha pasado una eternidad. Ya hay luz sola entrando a la habitación, es señal de que debo apurarme.
Mi celular está muerto, no lo puse a cargar anoche. Lo conecto en lo que me baño, mientras prendo la televisión, veo en el reloj de la pantalla que son las 7:10, le bajo entonces a mi presión y tomo las cosas con calma.
Tras salir de la regadera, limpio mi herida del brazo derecho y vendo con cuidado (aunque un poco torpe), veo mis heridas de la muñeca izquierda. Ahora solo son costras que solas van recuperándose. Aún no sé qué excusas le daré a mi marido cuando me vea magullada de la acción de los últimos días.
Decido llevarme unos leggins negros, con una blusa sin mangas color rojo, arriba un saco casual negro también y unos zapatos bajos. Voy cómoda pero no tanto como si fuera fin de semana. Me arreglo mi cabello y me maquillo discretamente. Me veo en el espe