Es jueves temprano, nos citamos en el Toks que está en Revolución, para desayunar algo y luego irnos desde aquí. Desde ayer, antes de partir a nuestras casas, quedamos en que nos iríamos en el coche de Gerardo, es el más discreto de los tres y vamos cómodos. Tampoco es que necesitemos un bólido o el deportivo de Miriam.
Decidí irme de jeans con una sudadera azul y chaqueta grande color café, era de mi papá y me encanta desde niña, tiene miles de bolsas ocultas donde puedo llevar mi cartera, celular y charola. En la espalda, llevo mi arma escondida. Llegando al Archivo, la dejaré en el auto. Lo que me encanta es que, por fin, puedo usar mis tenis para una operación en campo.
Llego al Toks, y veo enseguida a mi compañero en un taburete, viene también vestido de forma casual, de pantalones de mezclilla y chamarra de cuero negra al estilo motociclista. En esta ocasión no lleva gel.
-¿Y este joven de aquí? –le pregunto sorprendida por los años que se quitó al dejar los trajes y ropa formal