Son cerca de las seis de la tarde en la casa de don Enrique, quien se encuentra caminando como león enjaulado al interior de su oficina. No tendría que haber tardado tanto Max con su sobrino en llegar a su casa. Eso le da mala espina y ansiedad.
De pronto escucha las botas pesadas de Max, un tipo fornido de 1.97 cm, rubio, de ojo azul y tez clara. Si no lo escucharan hablar, pensarían que se trata de un extranjero y no de un nacido en la sierra guerrerense.
-Ya te habías tardado Max... ¿Dónde esta Mauricio? –pregunta al ver que su trabajador viene solo.
-Patrón, le tengo malas noticias...
-¿Ahora qué chingados pasó?
-Cuando llegué al hotel, él y Rogelio se habían esfumado. Me contó la nueva recepcionista que vio la camioneta de Rogelio entrar al clúster, lo que es raro porque generalmente la deja en la recepción y toma un carrito eléctrico. Pasaron unos diez o quince minutos cuando vio salir la camioneta. Yo habré llegado como 20 minutos después.
-¿Y luego?
-Pues me esperé en la o