Me siento ida, como en estado catatónico mientras tomo la mano de Armando que ya está canalizada a un suero. Llegó pronto la ambulancia y subió a mi pareja, yo vine con él mientras que Gerardo tomó la camioneta de Armando para escoltarnos en el trayecto.
Este hospital ya lo conozco, deberían darme una tarjeta de cliente frecuente.
Por ahora, solo puedo admirar a mi hombre mientras duerme en la cama relucientemente blanca. Le pusieron una bata de hospital blanca, y le conectaron oxigeno directo a la nariz. Está Gerardo del otro lado, de pie haciendo guardia también. Ya tiene puesto su cabestrillo de nuevo, pero a cada rato le da pequeños masajes a su herida y hombro.
Me preocupa, y no quiero ni pensar que el acto heroico de hace rato pueda dejarle secuelas importantes. Es entonces que entra en la habitación Miriam, viene pálida y casi sin aire, al parecer llegó corriendo.
-Hola Caro, ¿qué pasó?.. Armando... –se acerca a la cama para verlo, está destrozada y se le cae una lágrima.
Le ex