Pasado
Angelo se recostó en el sillón de su oficina, con la última fotografía entre las manos. Una más para la inquietante colección que había recibido en los últimos meses, y que comenzaba a ponerle los nervios de punta.
Había intentado rastrear al remitente sin éxito. Quienquiera que fuera, sabía cómo cubrir sus huellas. Usaba buzones públicos, elegía fechas aleatorias y, según los sellos postales, las enviaba desde distintos puntos de la ciudad. No había logrado identificar un patrón. Ningún hilo del que tirar hasta dar con el responsable.
Hasta el momento no había involucrado a nadie más. Ni siquiera a Nerea. No porque dudara de su capacidad. Sabía que, si alguien podía encontrar una pista que los llevara al responsable, era su prima, aunque en este caso dudaba que lograra algo, porque ni siquiera sabían qué o a quién estaban buscando exactamente. La verdadera razón era que no quería mostrarle esas fotos ni a ella ni a nadie.
Lionetta tampoco sabía nada de esas fotografías. Y él p