Angelo mantuvo su mirada furiosa en el tipo, ignorando sus palabras. No iba a hacer caso a las palabras sin sentido del idiota que había atacado a Lionetta.
—Tu esposa —continuó Tazio, con esa calma artificial que tan bien dominaba— dejó de quererte hace mucho. Y planeaba separarse de ti antes de tu accidente. Estaba cansada de ti.
—¡Eso no es cierto! —replicó Lionetta de inmediato.
Angelo la miró y vio culpa en sus ojos. Fue como una bofetada. No pudo contener la oleada de ira y dolor que lo atravesó, y volvió a abalanzarse sobre Tazio.
Esta vez, él logró esquivar el primer golpe y sonrió con suficiencia. Pero su sonrisa no duró mucho tiempo, Angelo logró borrársela en su siguiente ataque. Volvió a golpearlo una y luego otra vez más.
—Es suficiente.
La voz de Lionetta se filtró entre sus pensamientos y logró detenerse antes de atestar el siguiente golpe.
Se giró hacia Neilán, que observaba desde la puerta, alerta. A su lado estaban su padre y su tío Giovanni, probablemente se habían