Perdí la vida exactamente el día de mi boda con Adrián Mendoza. Como no llegaba a tiempo, él, furioso, se casó con su amiga de la infancia, Lucía Fernández, y lo anunció frente a todos: —¡Camila Rojas me ha engañado y ha decidido cancelar el matrimonio! Mi madre, al escuchar esas palabras, quedó tan destrozada que sufrió un infarto y murió en el acto. Pero lo que él olvidó contar fue que él, para vengar a Lucía, me cortó el brazo y me encerró en un sótano durante diez días y diez noches. Supliqué una y otra vez, pero él solo me respondía con frialdad: —Quédate aquí unos días, a ver si así entiendes el dolor que le causaste a Lucía. Y de paso, reflexiona sobre cómo ser una buena persona. Sin embargo, cuando finalmente abrió la puerta y encontró mi cadáver, ya devorado por los gusanos, fue él quien perdió la razón.
Leer másMe costaba entender cómo nuestra relación había llegado hasta este extremo. En mi infancia, mamá y yo vivíamos en un sótano. Eran nuestros días más difíciles: no podía permitirme ir a la escuela, así que trepaba furtivamente al árbol frente al muro del colegio para espiar desde allí las clases. Un día, caí de las ramas llorando acurrucada. Un niño de mi edad me ofreció cariñoso un caramelo de leche envuelto en celofán. —Deja de llorar, toma esto —dijo mientras extendía la mano. Alcé la vista entre sollozos, atraída por el dulce brillante. Me calmé mientras saboreaba el delicioso caramelo. Él permaneció sentado conmigo largo rato, contándome historias que jamás había escuchado. Más tarde, me acompañó a casa tomándome de la mano.No sabía su nombre entonces, solo recordaba la placa en su uniforme. Años después, supe que se llamaba “Adrián Mendoza”.Este bello recuerdo imborrable para mí, quizás nunca valió la pena ser recordado por él. Adrián se quedó petrificado por much
Su mirada cambió abruptamente y agarró con fuerza el cuello de Adrián, interrogándole con seriedad: —¿Qué carajos le hiciste a Camila? ¿Dónde está ella? ¡Contéstame! Adrián, no obstante, se quedó inmóvil, como atrapado en una pesadilla. En un arranque de ira, David le lanzó un puñetazo en la cara. —¡Camila casi muere por salvarte, y ni siquiera te importó! ¡Eres un maldito! —Y descargó otro puñetazo brutal.Adrián cayó tambaleante, murmurando casi incrédulo: —¿Fue Camila quien me salvó? ¿No fue ser Lucía? ¡Esto no puede ser! —¡Escoria! ¡El mayor error de Camila fue cruzarse en tu camino! David le presionó y lo golpeó con todas sus fuerzas, pero Adrián no se resistió.Finalmente, exhausto, David lo soltó: —¡No quiero volver a verte! ¡Lárgate miserable! Dicho esto, salió corriendo con mucha rabia. Adrián, maltrecho, se levantó del suelo y, con el alma hecha pedazos, se dirigió a su auto. Pronto llegó al apartamento de Lucía, que había comprado para estar con ella y cuidarl
“¡Pum!” Recibí un golpe tan fuerte en la cabeza que perdí al instante el conocimiento. Cuando desperté, noté que tenía la cabeza vendada. Intenté incorporarme, pero David, que estaba a mi lado, me lo impidió. —¡No te muevas! ¡La herida puede quizás abrirse! Al mirar alrededor, me di cuenta de que estaba en un hospital, pero de pronto recordé la figura de Adrián. Agarré desesperada la manga de David y le pregunté: —¿Y Adrián? ¿Está bien? David suspiró, resignado, y me dio unas palmaditas en la mano. —Él está bien. No te deberías preocupar por él mientras tú estás tan lastimada. Pero yo seguía algo inquieta y quería verlo. Entonces, David me llevó hasta la puerta de una habitación. No obstante, lo que vi allí me partió el alma.Adrián sostenía cuidadoso una sopa, dándole de comer de a cucharaditas a Lucía. La ternura que mostraba en su rostro me destrozó el corazón. Él acarició suavemente la cara de Lucía y murmuró: —Bobita, ¿cómo pudiste usar tus brazos para pr
Adrián me fue agarrando la muñeca, pero enseguida la soltó con violencia. Perdí el equilibrio y caí al suelo, casi sin poder respirar. —Adrián, de verdad no fui yo —dije con voz temblorosa mientras tiraba desesperada de su camisa, pero él me apartó con fuerza. —Camila, puedo casarme contigo, pero no sueñes con obtener más. Luego de decir eso, salió furioso, dejándome sola en el frío suelo toda la noche. Y ese día, casualmente, era mi cumpleaños. Había preparado la cena, encendido velas, comprado un pastel… Y tenía la ilusión de que Adrián llegara para celebrar juntos un cumpleaños agradable y feliz. Sin embargo, sus palabras crueles destrozaron todas mis esperanzas. Lo que creía un amor inquebrantable resultó ser tan frágil como el papel frente a Lucía. Cuando en este momento lo recordé, no sentí tanto dolor. Solo sentí una leve punzada en el pecho, y quizás esta era una señal de liberación. —Señor Mendoza, estos son los restos de la señorita Rojas. —¡Esto es a
Todos se taparon inconscientemente la nariz, pero no pudieron contener las náuseas. Lucía se quejó: —¡Qué asco! Huele un cadáver podrido.Adrián hizo mala cara mientras seguía adentrándose en el sótano.Aunque la oscuridad persistía, yo ya no sentía miedo. Ya que, más que las sombras, los humanos eran aterradores. Un haz de luz se filtraba por la rendija de la puerta, iluminando el suelo. Cuando el asistente encendió las luces, la claridad cegadora hizo que Adrián entrecerrara los ojos. De pronto, Lucía gritó a todo pulmón: —¡Aaah….! Señaló con dedo tembloroso hacia un punto cercano, fingiendo pánico. Pero su actuación era pésima, ya que claramente no pudo reprimir su risita. Adrián miró hacia donde ella apuntaba y quedó paralizado. ‘¿Cómo no reconocería yo mi propio cadáver?’ El cuerpo, desfigurado por la pérdida de sangre, yacía allí escuálido. Y la ropa colgaba floja sobre huesos visibles. Partes de la piel ya estaban putrefactas, con gusanos, y un charco coagul
Bajo las luces entrelazadas, Adrián y Lucía entraron triunfantes, tomados del brazo, luciendo como una envidiable pareja perfecta. Nadie notó en ese momento que la novia no era yo, ni se molestaron en preguntar por mi paradero. Todos los invitados parecían dar por sentado que Lucía era la verdadera prometida de Adrián. Pero pronto, mi madre se percató de que algo andaba mal. Entre los murmullos de la multitud, se acercó corriendo e interrogó en voz alta a Adrián: —¿Dónde está Camila? ¿Qué hace esta mujer aquí? Todas las miradas se clavaron en ella de inmediato. Lucía, fingiendo preocupación, le tomó la mano y respondió con tono suave: —Fue Camila quien no quiso asistir a la boda, así que no puedes culpar a Adrián.Pero mi madre no le creyó ni una sola palabra y apartó su mano con firmeza. —Después de todas las trampas que le tendiste a mi hija, su desaparición solo puede ser una conspiración tuya. Dime, ¿dónde la escondiste? —exigió, desesperada, con los ojos en
—Adrián, ¿qué hacemos ahora? Los invitados ya llegaron —dijo Lucía, fingiendo una inocencia angelical. —¡Todo es culpa mía! Camila debe de haber roto el compromiso porque está furiosa conmigo… Lo siento mucho. Al ver sus ojos enrojecidos, Adrián contuvo su furia de inmediato, y la abrazó con suavidad, acariciando su cabello negro, mientras murmuraba: —Tonta… todo esto es culpa de Camila. Ella fue quien faltó a la boda y se fue con otro. Lucía siguió sollozando desconsolada contra su pecho, luciendo como una víctima sufrida. —No llores más. Sé que sientes pena por mí, pero una mujer tan vil como Camila jamás mereció ser mi esposa. Siempre encontraba la manera de maldecirme con las palabras más despiadadas, mientras que a Lucía la idealizaba como la mujer más pura y perfecta. Pero solo yo conocía su verdadera vileza y maldad. --- El día que me probé mi anhelado vestido de novia, Lucía insistió en que Adrián la llevara con nosotros. Al principio no le di imp
—¿Dónde está Camila? ¿Se ha muerto o qué? Mientras recuperaba la conciencia, escuché los gritos furiosos de Adrián.—Señor Mendoza, no hemos logrado encontrarla… ¿Podría haberle pasado algo? —respondió su asistente con cierta vacilación.Al escuchar la respuesta, Adrián, fuera de sí, estrelló violentamente su copa de vino contra el suelo.—¡Bah! ¡Lo hace a propósito para humillarme! Me guarda rencor por haberla castigado por lo de Lucía. Estaba tan enfadado que respiraba con dificultad, con el rostro completamente enrojecido.De pronto, Lucía se acercó dulcemente a él y, con una sonrisa fingida, le mostró la pantalla de su móvil: —Adrián, creo que acabo de ver a Camila… y le tomé una foto. Era una foto mía junto a David, mi amigo de infancia. Adrián fijó su mirada en la imagen y, con rabia descontrolada, exclamó: —¡Vaya! ¡Cómo se atreve a traicionarme! ¡Se encuentra con otro incluso el día de nuestra boda!Al ver su expresión distorsionada por la i