En una de las cámaras de la Guardia Real, Menna era atendido por un médico del palacio. Sus heridas no eran graves, pero el cansancio y el dolor se acumulaban. Bek estaba a su lado. El Capitán Hesy supervisaba desde la distancia.
—El Faraón está siendo notificado, arquitecto —dijo Hesy—. Preparad vuestras palabras. La mañana traerá el juicio.
Menna asintió, su mirada fija en el rollo de papiro que yacía cuidadosamente resguardado en una caja de madera.
—La verdad hablará por sí misma, Capitán.
Pero Hesy frunció el ceño.
—La verdad, arquitecto, a veces necesita una mano. El visir es un maestro de las palabras. Y tiene aliados. Tened cuidado.
En ese instante, un oficial entró corriendo en la cámara.
—¡Capitán Hesy! ¡Noticias urgentes! El Sumo Sacerdote Imhotep ha solicitado una audiencia inmediata con el Faraón. Dice que ha habido un grave sacrilegio. Y ha solicitado su presencia, y la del arquitecto Menna, en la sala de audiencias.
El rostro del Capitán Hesy se endureció.
—Imhotep... —