Hesy se deslizó por la estrecha abertura, su pequeña lámpara de aceite proyectando un halo tembloroso en la oscuridad. El sonido del metal y el golpe sordo se hacían más audibles a medida que se adentraba en el laberinto subterráneo. Eran los hombres del visir, lo sabía, pero ¿qué estaban haciendo en las profundidades de Giza? Los planos de Huni, ocultos en la tumba de su mentor, cobraban ahora un significado aún más ominoso.
Hesy se movía con la destreza de un gato, sus botas chapoteando suavemente en los pequeños charcos que se formaban en el suelo del túnel. Las paredes, ásperas y frías al tacto, estaban marcadas por el paso de los siglos, con algunas inscripciones descoloridas que contaban historias de un tiempo olvidado. La luz de su lámpara revelaba raíces de árboles que se abrían paso a través de las grietas, aferrándose tenazmente a la piedra.
El temblor y el sonido del metal se intensificaron. Hesy se detuvo, pegándose a la pared. Pudo escuchar voces, bajas y ásperas, resonan