El polvo del camino de Brévenor aún se sentía en la piel de Elías cuando la puerta de su estudio se cerró de golpe a sus espaldas. El eco del enfrentamiento con Esteban aún resonaba en sus oídos: las palabras del patriarca, hirientes y cínicas, su oferta de comprar su silencio, su desprecio al creerlo un simple aventurero. Y luego, la mirada de Valeria, un torbellino de dolor, esperanza y traición cuando él, impulsado por una rabia acumulada durante años, le soltó la cruda verdad: "Tu padre es la causa de la ruina de los Alvaredo."
No había sido el momento. No había sido la manera. Lo sabía. La había arrastrado al centro de su tormenta personal sin la más mínima preparación, y ahora el daño estaba hecho. La había herido para defender su propio honor, y en el proceso, quizás había destrozado el frágil puente que empezaba a tender entre ellos.
Recorrió la habitación con pasos agitados. El aroma de Valeria aún parecía impregnar su piel, un fantasma dulce que lo acusaba. Ya no podía segui