Elías se liberó por fin de los últimos inversionistas, su mente en un torbellino. Encontró a Leo refugiado en un rincón cerca de los barriles de vino de exhibición.
—Ya sabe mi nombre real, Leo —dijo, pasándose una mano por el rostro—. Todo se está yendo al infierno más rápido de lo que planeé.
—Te lo dije, Elías —suspiró Leo, sin ningún atisbo de "te lo dije" en la voz, solo preocupación—. Esto no iba a durar oculto para siempre. ¿Qué vas a hacer?
—No lo sé… Quiero contarle todo ahora. Iba a hacerlo de todos modos, pero quería que fuera después de visitar su finca, en un lugar donde pudiéramos hablar… —Su mirada buscó a Valeria entre la multitud y la encontró junto a Gabriel, listos para irse. El corazón se le encogió—. Pero no puedo dejarla ir así.
Decidido, se abrió paso entre la gente hasta alcanzarlos justo cuando llegaban al vestíbulo.
—Valeria —llamó, su voz más suave de lo que pretendía—. Por favor. Cinco minutos.
Ella se detuvo, y Gabriel, con una mirada comprensiva hacia su