Elías cerró la puerta del despacho con un suspiro contenido. El aroma de Gloria, un perfume intenso y floral que una vez le resultó excitante, ahora le parecía agobiante. Ella estaba de pie frente al escritorio, secándose el cabello con una toalla que había tomado de algún lado, con una sonrisa demasiado segura.
—Parece que la tormenta no te amilana —comentó él, yendo directo al grano—. Los papeles.
Gloria lanzó la toalla a un lado y tomó la carpeta que había dejado sobre el escritorio. Su actitud se volvió profesional, fría.
—Los documentos de la finca están en orden. Las firmas que necesitas para la próxima cosecha —dijo, deslizando una carpeta marrón hacia él. Luego, de su bolso, extrajo un sobre manila, más delgado y discreto—. Y esto... es lo que pediste. Información de los movimientos recientes de Esteban. Rutinas, guardias nuevas en la bodega principal... y un pequeño "regalo" que encontré. Un pago no declarado a un juez, hace años. Es suficiente para empezar a presionarlo, una