Palabras irreales. 1
El lunes, muy temprano, Owen salió de casa y regresó a Seattle. No volvería hasta el viernes por la noche, siempre y cuando no surgiera algún imprevisto de último momento, porque con él nunca se sabía. Las medias vacaciones habían terminado y la rutina volvía a apretar, Edneris no se sentía del todo cómoda quedándose sola en aquella enorme casona, aunque al menos tenía la tranquilidad de no haber vuelto a saber nada de su hermana menor, Cloe, ni siquiera había asistido a la universidad en esos dos días que llevaba sola.
El domingo anterior Owen la había sorprendido con un auto nuevo, justo después de una cena en un restaurante encantador del centro de Portland, el regalo aún le parecía irreal.
Ese miércoles, tras terminar sus clases a las once, debía presentarse en el hospital a la una de la tarde. Sería su primer día de prácticas profesionales. Mientras caminaba por el estacionamiento rumbo a su auto, divisó a Cloe con un par de amigas, ya había vuelto, sus miradas se cruzaron unos s