Palabras irreales. 2
Edneris iba molesta dentro del auto; no podía creer el descaro de su madre al exigirle que terminara con Owen solo para que Cloe pudiera aprovecharse de él y sacarle dinero, aquello le resultaba absurdo, además, era imposible que Owen se fijara en su hermana, incluso si llegaba a dejarlo.
Se quedó sentada unos diez minutos después de estacionar frente al hospital, necesitaba despejarse y deshacerse de aquel mal humor, porque los pacientes no tenían por qué cargar con su mal genio. Respiró hondo, se revisó en el espejo retrovisor, retocó sus labios con un poco de brillo y se quitó el collar que llevaba; no sabía en qué área estaría asignada, y lo último que quería era comenzar su práctica con un regaño. Finalmente, bajó del auto, acomodó su uniforme y, al comprobar que todo estaba en orden, comenzó a caminar hacia la entrada del hospital, sabía perfectamente a dónde debía dirigirse, pues la mujer encargada de ubicarla ya le había enviado un mensaje.
— Buenas tardes, licenciada Escalant