Owen salió del trabajo con el corazón ligero, emocionado por entregar su regalo y ansioso por volver a casa, donde lo esperaba la morena de ojos miel más hermosa que había conocido en su vida, como su auto estaba en el taller, fue Jake quien lo llevó, durante el trayecto, le envió un mensaje a Edneris, como ella se lo había pedido, para que pudiera tener la cena caliente justo a tiempo para su llegada. Al entrar en la casa, lo recibió un silencio inesperado, pensó que tal vez ella estaría viendo televisión o escuchando música, como solía hacerlo.
— ¡Edneris! — llamó, dejando su maletín sobre el mueble junto a la puerta.
— En el comedor... — respondió ella con naturalidad — Buenas noches ¿Cómo estás? — asomó la cabeza desde la mesa, mirándolo por encima de unos lentes de marco lila.
— Bien. —respondió Owen, quedándose inmóvil por unos segundos al verla.
— ¿Qué pasa? — preguntó divertida al notar que él se acercaba con pasos lentos, como si se tratara de una desconocida que había invadido su hogar.
— Es que no sabía que usaras lentes, te ves muy diferente con ellos. — dijo al llegar a la mesa, notando los cuadernos y la laptop abiertos frente a ella.
— No sirve de mucho tener ojos lindos si no te ayudan a leer letra pequeña y menos cuando se irritan por el brillo de la pantalla. — respondió mientras se los quitaba con suavidad y los dejaba a un lado para comenzar a guardar sus apuntes.
— Imagino que eso empeoró con tu trabajo nocturno... — murmuró él, tomando los lentes con delicadeza — Pero te ves linda con ellos. — los observo fijamente.
— Gracias. — dijo Edneris, sintiéndose atrapada por la intensidad con la que Owen la miraba.
— Eres una mujer preciosa. — susurró, acariciando con el pulgar su barbilla, provocando que sus labios se entreabrieran con un temblor sutil.
— Preparé pasta boloñesa, espero que te guste. — bajó la mirada, tratando de contener los deseos que bullían dentro de ella.
— Estoy seguro de que me va a encantar. — respondió él, alejándose con la misma torpeza nerviosa que ella trataba de disimular.
— Recojo todo este reguero y te sirvo la cena... — dijo mientras se ponía de pie — Y espero que no te moleste que haya ordenado tus cosas en el baño, tenías un pequeño desastre ahí. — añadió con una sonrisa mientras apagaba la laptop y comenzaba a guardar los cuadernos.
— Está bien, supongo que así no te quejarás de que ganas dinero sin hacer nada. — dijo Owen mientras se quitaba el saco y lo arrojaba despreocupadamente sobre el sofá, luego arremangó su camisa con calma.
— En eso tienes razón, deja un desastre todos los días para que, por lo menos, tenga algo que hacer... — bromeó Edneris mientras llevaba algunas cosas a la sala, dejándolas en un rincón donde no estorbarían por el momento — ¿Te molesta que ande así por la casa? — preguntó, justo cuando lo sorprendió girando la cabeza hacia otro lado al verla pasar.
— No, para nada, es solo que, cuando iba a visitarte, casi siempre estabas en pantalones, no en shorts tan, cortos. — respondió, desviando la mirada con esfuerzo, como si así pudiera resistirse a saborear con los ojos una tentación que aún no le pertenecía.
— Sabes que, si te incomoda, puedo ir a cambiarme, es tu casa y no quisiera... — hizo una pausa breve antes de continuar — No quisiera incomodarte. — añadió, percibiendo la seriedad en su mirada.
— No me molesta y no creo que pase mucho para acostumbrarme a verte así. — afirmó, dando un par de pasos hacia ella con expresión tranquila.
— Bueno, iré a servirte la cena, debes estar hambriento. — dijo Edneris antes de salir casi huyendo hacia la cocina.
Owen soltó una risa contenida al verla escaparse tan rápido, fue entonces que notó otro detalle, iba descalza, se acercó cautelosamente a la barra y la observó en silencio mientras ella se agachaba frente a la alacena inferior buscando los platos. Al hacerlo, el short se alzó un poco, dejando a la vista una porción generosa de sus muslos y parte de los glúteos, la imagen fue una punzada directa a su autocontrol, retrocedió de inmediato y se escondió tras la isla para evitar que ella notara su reacción.
— Qué rico huele. — exclamó, intentando sonar casual justo cuando Edneris destapó la olla.
— Gracias, creo que la receta de internet me salió bastante bien. — respondió con una sonrisa, haciéndose a un lado para recogerse el cabello en una coleta, no quería correr el riesgo de que un cabello cayera en la comida.
— Tienes un lunar en la espalda que casi forma un corazón. — comentó, con la voz más baja, como si confesara un secreto que había descubierto.
— Sí, es una marca de nacimiento, los lunares suelen ser más oscuros, pero ese no lo es tanto. — explicó mientras comenzaba a servir la pasta.
— Es bonito. — dijo Owen, tomando asiento en uno de los taburetes, solo para seguir contemplándola.
— Gracias... — volteó a verlo un instante, luego regresó la mirada a la cocina — Gracias también por mandar a Jake por mí a la universidad. — añadió con sinceridad, enfocada de nuevo en su tarea.
— Me contó que te incomodaste mucho cuando lo viste y que había varios estudiantes que te miraban con celos... — se rio, imaginando lo divertida que habría sido la escena — Me habría gustado verte. — confesó sinceramente.
— Mañana veremos cómo se resuelve todo eso. — respondió Edneris mientras llevaba los dos platos servidos hasta la mesa del comedor.
— Solo espero que Jake no haya espantado a algún pretendiente que te ande rondando, con esa cara seria que tiene, suele ahuyentar a los más jovencitos. — añadió Owen, divertido, al ver que ella se reía.
— No tengo un club de fans, si es eso lo que estás insinuando... — dijo mientras iba a la cocina por los cubiertos — Al menos no en la universidad, Coral me ha estado mandando mensajes, pidiéndome que reconsidere mi renuncia al club. — acomodó los cubiertos junto a los platos con meticulosidad.
— Espero que no estés considerando retomar ese trabajo solo por la presión de una mujer a la que solo le importa el dinero, Coral ha perdido su minita de oro, eso es todo. — le rodeó la cadera con una mano, atrayéndola hacia él.
— No tengo muchas opciones, si vamos a eso... — murmuró Edneris, levantando la cabeza para poder mirarlo — Es volver a mi antiguo trabajo y terminar en la calle, o seguir siendo tu sirvienta sin hacer casi nada, pero tener la oportunidad de estudiar con tranquilidad. — lo observó fijamente, era bastante atractivo.
— Me duele un poco que lo digas así, me haces sentir que te tengo aprisionada en contra de tu voluntad. — admitió Owen con honestidad, lo sabía, era verdad, la tenía atrapada en su mundo bajo condiciones muy egoístas.
— Me pusiste contra la espada y la pared esta mañana... — dijo ella con un pequeño suspiro — No me estás aprisionando, pero sí presionando. — añadió, dándole unos golpecitos suaves en el abdomen con el puño cerrado.
— Solo quiero protegerte, has tenido mucha suerte de que nadie te haya reconocido aún, pero si eso llegara a pasar, estarías en boca de todos, tus estudios podrían verse afectados por los prejuicios. — la sostuvo con ambas manos por los brazos, mirándola con intensidad.
— Deja de preocuparte por eso, no voy a volver al club, extrañaba dormir y tener tiempo para mí — dijo, apoyando la frente contra el pecho de Owen, sintiendo su calor cuando él la abrazó sin reservas.
— Algo te está molestando, dime qué pasó. — susurró, sin soltarla.
— Hoy me preguntaron por Isaac, cuando les dije que ya no estábamos juntos, una chica se le salió con que "por fin había cumplido su palabra". — la voz le tembló al llegar al final.
— No le hagas caso a las palabras de jovencitas babosas, mírame... — le tomó la barbilla con cuidado, alzándole el rostro — Ve metiéndote en la cabeza que mereces algo mejor, Isaac es un inmaduro, tú no, piensa en eso, siempre. — le acarició las mejillas con una ternura que le hizo cerrar los ojos.
— Pues por muy madura que sea, tengo sentimientos y me duele que me hayan dicho algo como eso. — un par de lágrimas resbalaron silenciosas por las mejillas de Edneris.
— Yo sé que te duele, princesa y quizás vas a pasar meses cargando con el peso de esa traición, pero no puedes centrar todo tu mundo en eso, ni cerrarte a las cosas bonitas que la vida aún tiene para ofrecerte. — Owen movió una de las sillas, se sentó con calma y la atrajo hacia él para que se acomodara sobre sus piernas.
— ¿Qué haces? — preguntó Edneris, con la intención de levantarse.
— Recuéstate sobre mi hombro... — murmuró él con suavidad, inclinando la cabeza para buscar la suya — Llora si necesitas llorar, las penas pesan menos cuando alguien te las ayuda a cargar. — la abrazó con fuerza, envolviéndola completamente mientras escuchaba sus sollozos ahogados.
— Se te va a enfriar la cena. — susurró ella, con la voz quebrada, intentando contenerse.
— La calentaré en el microondas... — repuso él con una sonrisa leve — Además, en esta vida hay prioridades y ahora mi prioridad eres tú. — le dio un beso en la mejilla.
Edneris rodeó con un brazo el cuello de Owen mientras giraba un poco sobre sus piernas para acomodarse mejor, dejó sus lentes sobre la mesa y escondió el rostro en el hueco de su cuello, el aroma del perfume de Owen activó todos sus sentidos, cálido y reconfortante, mientras sus lágrimas continuaban escapando por un hombre que no había tenido ni el valor de pedirle perdón, que la traicionó en su propia cama y que ahora, cobardemente, ni siquiera se presentaba en la universidad.
— Te voy a llenar de mocos. — murmuró entre sollozos, limpiándose con el dorso de la mano mientras miraba su camisa.
— Déjate de eso, no deberías preocuparte por algo así. — respondió con una risa leve, permitiéndole alejarse un poco para respirar.
— Se supone que yo soy quien cuida de las personas, no que las personas cuiden de mí. — se volvió a limpiar la nariz con torpeza.
— Eres un ser humano como cualquier otro y tienes derecho a caer, a romperte, a llorar, ser enfermera no te hace inmune a lo que te duele... — le acarició la mejilla con ternura — Que no te dé vergüenza buscar un apoyo moral si lo necesitas, mis piernas siempre estarán para que te sientes en ellas, y mis hombros para que llores todo lo que necesites. — Edneris alzó la mirada, sus ojos aún húmedos, pero con un brillo distinto.
— Tienes un instinto paternal muy fuerte. — comentó con una sonrisa entre tímida y agradecida, pero la expresión de Owen cambió sutilmente, revelando que sus palabras le habían tocado una fibra distinta.
— ¿De verdad me ves como un padre? — ladeó la cabeza, sin apartar la mirada de sus ojos.
— ¿Está mal que lo haga? — preguntó ella, acariciándole la mejilla con suavidad.
— No lo veo mal... — respondió, con un tono más bajo — Pero preferiría ser tu amigo, antes que una figura paterna. — quería decirle más.
Decirle que estaba enamorado, que la deseaba como mujer y que sus sentimientos no eran solo protectores, sino profundos y reales, pero sabía que aún era demasiado pronto y por ahora, se conformaba con estar allí, sosteniéndola mientras lloraba.
— Vamos a cenar antes de que siga haciendo más noche. — dijo ella, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano y dándose un par de suaves golpecitos en las mejillas para espabilarse.
— Tienes la naricita colorada, ve a lavarte el rostro, así terminas de despertarte. — Owen se levantó de la silla y antes de que Edneris pudiera reaccionar, la alzó en brazos, ella soltó un pequeño jadeo de sorpresa.
— ¿Dónde me llevas? — preguntó, aferrándose a su cuello con una mezcla de desconcierto y ternura.
— Al baño del cuarto, para que te laves la cara... — respondió él, encaminándose sin pausa hacia su habitación — Mientras lo haces, voy a servir las copas de vino. — le guiño un ojo.
— Yo había preparado jugo de naranja. — murmuró ella, justo cuando la bajó en el baño.
— Bueno, entonces mientras tú te lavas esa carita preciosa, yo iré a servir los vasos con jugo... — le sujetó las mejillas con ambas manos para darle un beso en la frente — No tardo. — Edneris no pudo evitar reír ante el gesto cariñoso, y cuando Owen salió, se inclinó sobre el lavamanos.
En el amplio espejo empotrado se encontró con su reflejo; ojos rojos, nariz aún inflamada, abrió el grifo y dejó que el agua fría aliviara la congestión emocional que aún le pesaba en el rostro, al terminar, salió secándose con su propia camisa, dejando parte del abdomen al descubierto, aquello no pasó desapercibido para Owen, que sonrió con disimulo mientras acomodaba una de las sillas para que ella se sentara.
Por fortuna, la receta que había buscado por internet resultó ser un acierto; la pasta boloñesa estaba deliciosa, era la primera vez que la preparaba y temía que un hombre acostumbrado a cenas en restaurantes elegantes pudiera encontrarle algún defecto, pero por la expresión relajada y satisfecha de Owen, supo que había acertado. Tras cenar, Edneris se ofreció a lavar los platos mientras él bajaba a su oficina por el cargador del celular, como Owen no volvería a usar el comedor, ella decidió aprovechar el espacio para volver a poner sus libros y la laptop sobre la mesa y así avanzar con sus tareas universitarias.
Owen, ya en la sala, se acomodó en el sofá para ver un capítulo de su serie favorita, fue cuidadoso de mantener el volumen bajo para no molestarla, pero al darse cuenta de que ella tenía puestos los audífonos inalámbricos, se relajó un poco más, sin embargo, pronto dejó de prestar atención a la pantalla, desde su ángulo, podía verla concentrada, con el ceño ligeramente fruncido y los labios apenas entreabiertos mientras tipeaba.
La forma en que movía el lápiz entre los dedos o cómo se acomodaba el cabello detrás de la oreja era hipnótica, tan absorta estaba que no notó que él la observaba con intensidad, como si el mundo entero se hubiese reducido a esa imagen; Edneris, bajo la luz cálida del comedor, entregada a sus sueños. A Owen se le escapó el hilo de la trama, los vikingos de su serie ya no tenían nada que ofrecerle comparado con ella, Edneris era más interesante que cualquier ficción y, sin duda, mucho más hermosa. Cuando ella se levantó para buscar algo, él desvió la mirada al frente con rapidez, fingiendo que no la había estado espiando durante los últimos minutos.