Edneris no siempre dependía únicamente de la computadora para estudiar, había invertido en sus libros por una razón y en ese momento necesitaba uno en particular: el diccionario médico, bajó al estudio por él y, una vez de regreso arriba, comenzó a buscar la palabra caminando sin mirar al frente, confiada en que no había nada en su camino que pudiera hacerla tropezar.
Cuando por fin encontró el término deseado, se sacó el pequeño lápiz que llevaba tras la oreja y marcó la palabra, luego levantó la vista y observó a Owen, que estaba cómodamente instalado en el sofá blanco de la sala, disfrutando de su serie, ella sonrió, bajó la mirada y se dirigió a sentarse de nuevo con sus apuntes.
— ¿Quieres algo? — preguntó Edneris al notar que Owen rebuscaba en la cocina después de un rato.
— Quería una leche de cajita. — respondió, revisando el interior de la nevera.
— Está en la parte de abajo, al lado de las frutas y verduras. — dijo ella, estirando un poco el cuello para ver.
— ¿No te vas a ir a dormir todavía? — inquirió él, acercándose con la bebida en la mano.
— Todavía no, me faltan unos treinta términos. — contestó mientras repasaba la lista de palabras por aprender.
— ¿Treinta términos de qué? — preguntó, tomando la hoja de papel, apenas leyó el encabezado, casi escupió la leche de la sorpresa — ¿Te dejaron de tarea escribir a mano el significado de doscientos términos médicos? — Ahora todo tenía sentido, por eso estaba tan concentrada.
— Lo veo como una buena forma de aprender... — dijo ella, dando unos golpecitos con el borrador del lápiz sobre el cuaderno — Aunque no esté estudiando medicina, tengo que memorizar esos términos. — sonrió con gusto.
— Yo, la verdad, no habría aguantado tanto. — comentó, devolviéndole la hoja con una mueca divertida.
— Nunca entendí bien qué estudiaste tú, Isaac decía que era economía y otras veces decía que administración. — lo miró con curiosidad mientras él se recostaba levemente sobre la mesa.
— Estudié Administración de Empresas y tengo una maestría en Administración Financiera. — respondió con naturalidad, Edneris abrió los ojos con sorpresa.
— ¡Eso son casi diez años de estudio! — dijo, admirada — Con cuatro años de licenciatura yo ya siento que voy a estirar la pata, no me imagino once años y menos con tantos números. — negó con la cabeza antes de volver su atención al papel.
— ¿Vas a hacer servicio social? — preguntó él, sabiendo que muchas universidades exigían esa modalidad.
— Sí, comienzo el próximo semestre, que ya sería el último, y si todo sale bien, podré graduarme antes que los demás. — buscó su bolígrafo azul entre los materiales sobre la mesa.
— ¿Por qué te adelantaron tanto? — preguntó, haciendo cálculos mentales, según eso, Edneris se graduaría ese mismo año.
— Por tener sobresalientes en todas las materias, los profesores dicen que vieron potencial en mí y me ofrecieron la oportunidad de adelantar el servicio, debo cumplir con dos mil horas, y entonces podré optar al título de licenciada en enfermería. — la emoción le iluminó el rostro.
— Entonces el próximo semestre vas a tener clases y horas sociales al mismo tiempo, vas a pasar menos tiempo en casa, y eso está bien... — dijo Owen con suavidad, mientras le acariciaba la mejilla — Te hará bien mantener la mente ocupada. — sonrió.
— ¿Cuándo vuelves a Seattle? — preguntó Edneris, más por curiosidad que por otra cosa.
— Todavía no lo sé, estoy en trámites de vender la fábrica de láminas y... — hizo una pausa más larga de lo normal antes de cambiar de tema — ¿Cuándo terminas el semestre? — ladeó la cabeza, interesado.
— El veintiocho de este mes y el siguiente comienza el once del próximo. — respondió, apoyando la barbilla sobre su mano.
— Perfecto, espero que para entonces todo esté en orden y pueda cumplir con mi idea. — dijo, apretándole suavemente la mejilla antes de levantarse.
— ¿Qué idea es esa? — preguntó ella, siguiéndolo con la mirada mientras él se dirigía hacia la sala.
— Lo sabrás en su momento, pasa buenas noches y no te desveles demasiado. — se despidió con un gesto de la mano.
Lo vio entrar a su habitación y cerrar la puerta tras de sí, Edneris se levantó para apagar las luces de la casa, dejando únicamente una lámpara de mesa encendida para iluminar su cuaderno, todavía le quedaba tarea por hacer, aquella mención de una "idea" la dejó intrigada, no tenía ni la menor pista de qué se trataba, pero por el tono con que lo dijo, parecía algo importante.
Volvió a concentrarse en su trabajo, quería asegurarse otro perfecto cien para acumular puntos y así evitar uno de los cuatro exámenes que tenía el miércoles, aunque el profesor prometió que quienes sobresalieran no harían el examen, Edneris no confiaba del todo en su memoria, ni en la del profesor. A las once cuarenta de la noche, seguía sentada en el comedor, pero ya no con el glosario, ahora completaba un cuestionario para su clase de psicología, una de las materias que más había disfrutado ese semestre, al empezar a sentirse cansada, recostó la frente sobre sus brazos, decidida a tomar un breve descanso.
Owen, que se había dormido un rato, despertó con sed, al abrir la puerta de su habitación, se encontró con una imagen que le encogió el corazón; Edneris, aún en la mesa, dormida profundamente sobre sus apuntes, frunció el ceño, sorprendido de que no se hubiera movido en todo ese tiempo, se acercó en silencio, sin molestarse en ponerse camisa, ya que acostumbraba a dormir solo en pantalón, y le tocó el hombro con suavidad, procurando no asustarla.
— ¡Mi vida! — murmuró, conmovido — Edneris, Edneris, mi amor, despierta. — su voz era muy suave.
— Un ratito más. — balbuceó ella, moviendo los brazos y casi arrugando unas páginas.
— No, mi amor, te quedaste dormida sobre la mesa del comedor, ve a tu cuarto a descansar, ya es muy tarde. — le dijo con paciencia, cuidando de que no rompiera sus apuntes.
— Solo estoy descansando, ya voy a continuar. — murmuró, enderezándose apenas para cambiar de posición.
— Continúas mañana... — replicó con firmeza mientras movía la silla para cargarla — Vamos a tu cuarto para que duermas más cómoda, si te quedas aquí, mañana vas a estar adolorida. — le acaricio la mejilla.
— Estás calentito. — susurró Edneris, abrazándose más a él.
— Y tú estás helada, para la próxima, me aseguraré de que te abrigues bien, no quiero que te resfríes... — dijo mientras bajaba las escaleras sin dificultad — Llegamos a sus aposentos, bella durmiente, ya puedes descansar tranquila. — la recostó con cuidado sobre la cama.
La arropó con una sábana y notó que tenía los pies fríos como el hielo, se inclinó para darle un beso en la mejilla y luego salió del cuarto, dejando la puerta entreabierta, nadie bajaría a interrumpir sus sueños.
Arriba, comenzó a recoger todos los materiales de Edneris con cuidado, al levantar su mochila, un papel cayó al suelo, se agachó para recogerlo y descubrió que era una carta de Isaac, fechada el año anterior, era romántica, cursi, de esas que prometen amor eterno, un amor que apenas duró un año y terminó en traición, dudó, sabía que no era correcto leer correspondencia ajena, pero ya le había quitado una carta antes y esta parecía seguir causando estragos en el corazón de Edneris.
— No necesitas más heridas. — susurró, guardándose la carta junto a la anterior.
Dejó todo ordenado en una esquina de la mesa y apagó la luz, si su idea funcionaba, ella no necesitaría volver a leer palabras falsas y si tenía éxito, tampoco necesitaría volver a llorar por alguien como Isaac.