¿Cómo negarme a su propuesta? No hay nadie más con quien quiera estar. No contesto y, si no lo hago, es porque no puedo coordinar mi boca con mi cerebro. Mi lengua está paralizada. Mis ojos se mueven de sus ojos hasta sus labios. Cierro los ojos, elimino el espacio entre nosotros y lo beso.
―Soy tuya, Lud ―susurro sobre su boca―. Nunca dejé de serlo.
Gime y tira de mi cuerpo para pulverizar los pocos milímetros que existen entre nuestros cuerpos.
―Mía ―con la misma posesión que alberga en sus palabras, me consume con sus besos como si no existiera una vida después de esta, como si el reloj hubiera agotado su tiempo y no existiera un mañana―. Me prometí a mí mismo, una y otra vez, que no te haría el amor en este maldito vehículo ―gimo cuando su lengua se hunde dentro de mi boca y su miembro roza mi entrada. Nos besamos con hambre, necesidad y desesperación, hasta que rompe el beso y continúa con su corto discurso―, pero no hay manera de que pueda sostener por más tiempo mi juramento. No