Bruce
Al salir de la oficina, Bruce se dirigió directamente al ascensor privado. Muy pocas personas tenían acceso a él, y aún menos sabían lo que ocurría en la planta a la que conducía. Cuando las puertas se abrieron, ya estaba en la planta de la sala de Inteligencia.
Al entrar, todos los investigadores se giraron. Sabían que su presencia allí significaba solo una cosa: una orden directa del presidente.
—Buenos días, Sr. Pratt —dijo Carlson, acercándose.
—Buenos días —respondió Bruce, estrechándole la mano con firmeza—. Necesitamos hablar.
—Sígame a mi despacho.
Fueron al despacho privado de Carlson. En cuanto se sentaron, el especialista en seguridad fue directo al grano:
—¿Cuáles son las órdenes?
—¿Cuál es la misión?
—Necesito que localice a una persona —respondió Bruce con calma.
—¿A quién?
—A la Sra. Elizabeth Walker.
Carlson arqueó las cejas, incrédulo.
—¿La... esposa del presidente?
—Exacto.
—¿Sospecha de secuestro? —preguntó con más seriedad.
—No. —Bruce negó con la cabeza—. Se