Mundo ficciónIniciar sesiónAmelia estaba por abordar el metro para ir a casa, pero, Almendra no salía de su mente, por lo que, tras pensar un rato, decidió llamar a Paloma Pellegrini para saber sobre su alumna.
- ¡Miss Torres!
- Di… Disculpe el atrevimiento, pero, supe que Almendrita está en el hospital, ¿está todo bien? -preguntó la mujer preocupada.
Paloma conocía a miss Torres y sabía que, Almendra mantenía una buena relación con ella, al grado de que esta, la defendió a sabiendas de que podría tener repercusiones.
- Le están haciendo estudios, amaneció con hemorragia nasal y Tere no pudo detenerla, por eso la trajo a urgencias.
- ¡Ya veo! Esas hemorragias, han ocurrido también en la escuela.
- ¡Lo sé! Por eso estamos a la espera de los resultados.
- Disculpe, ¿cree que podría ir a visitarla?
- ¡Claro, miss Torres! A ella le va a gustar mucho verla. -dijo Paloma sin pensar.
- Dígame en qué hospital está y voy ahora mismo.
Mientras esa conversación de daba, en el consultorio del doctor Santiesteban, Luciano acababa de recibir la peor de las noticias.
- ¿ESTO ES UNA PUTA BROMA? SANTIESTEBAN, DIME QUE ESTO… ¡ESTO SE TRATA DE UNA PUTA BROMA! -gritó Luciano como respuesta al resultado de los estudios.
- Luciano, necesito que te calmes y no, no es una broma, Almendra presenta síntomas de leucemia y esto se viene a confirmar con la biopsia de médula que le realicé.
- ¿CÓMO CARAJOS ME PIDES QUE ME CALME? ¿CÓMO? ¡ACABAS DE DARME UNA PUTA SENTENCIA DE MUERTE PARA MI HIJA! -gritó Luciano sintiendo cómo el mundo se le venía encima.
- Luciano, debes tratar de mantener la calma, sé que no es fácil, pero, debemos hablar de lo que sigue y necesito que lo hagas con la cabeza fría, no así.
- ¿CÓMO ME PIDES CALMA? ¿CÓMO? ¡MALDITA SEA! -gritaba el hombre sin poder controlarse.
El hombre no podía asimilar la noticia, su hija, su pequeña, lo único que quedaba del pasado, le estaban diciendo que podría morir. Las imágenes de su esposa en una camilla conectada a varios cables aparecieron en su mente.
Mientras tanto, en la sala de espera, Paloma y Teresa fueron informadas de que Almendra había despertado y podían pasar a verla, por lo que se disponían a ir cuando la voz de Amelia las hizo voltear.
- Se… Señora Pellegrini, ¿Cómo está Almendra? -dijo la mujer tan pronto vio a Paloma.
- Miss Torres… En este momento, íbamos a verla, acaba de despertar.
Las tres caminaron hacia la habitación de Almendra, mientras lo hacían, Teresa se percató de que miss Torres no lucía con la alegría de siempre, además de que, la caja que llevaba en manos, captó su atención.
Al llegar a la habitación, Almendra estaba despierta y una enfermera la revisaba.
- ¡Tía Paloma, Tere! -dijo la niña con un tanto adormilada.
- ¿Sí, cariño…? -respondió Paloma acercándose a su sobrina.
- ¡MISS AMELIA! -dijo Almendra con emoción.
- ¡Hola, pequeña! ¿Cómo estás?
- ¡Bien, miss! ¿Cómo le hizo para venir a verme? ¿No la van a volver a regañar?
Amelia sonrió y acarició con ternura la mejilla de aquella niña, obviamente, no le iba a decir que, tras lo de ayer, su padre había pedido que la despidieran.
- ¡Tranquila, cariño! Tuve un poco de tiempo libre y por eso, cuando me enteré estabas aquí, le pregunté a tu tía si podía venir a verte.
- ¿De verdad? ¡Gracias, tía Paloma! ¡Gracias! ¡Te debo muchos besos y abrazos! -dijo Almendra con los ojitos llenos de ilusión.
- ¿Por qué le debes besos y abrazos a tu tía? -preguntó Luciano entrando en la habitación.
- ¡PAPITO! ¡ESTAS AQUÍ!
- ¿Por qué no estaría? -dijo el hombre sintiendo una fuerte punzada en el pecho.
- Desperté y no te vi, pensé que habías ido a trabajar… -dijo la niña bajando la mirada.
- ¡Cariño! Papá ha estado aquí esperando a que despiertes. -dijo Paloma al ver la reacción de su sobrina.
- ¿De verdad, papá? ¡Hoy será en uno de mis días favoritos! -dijo la niña con entusiasmo.
Aquellas palabras desataron una tormenta en los que estaban presentes, puesto que cada uno sabía que significaba aquello.
- ¿Por qué dices eso mi niña? -preguntó Teresa sorprendida.
- ¡Sí, Tere! Mi papito está aquí, tú y la tía Paloma están aquí y… Además, ¡Miss Amelia también está aquí! ¡Es increíble! -dijo Almendra sonriente.
Luciano ya había visto a la extraña mujer ahí, el que su hija la mencionara, captó su atención, ya que, en palabras del director, ella había sido la culpable de todo el problema de ayer.
El hombre observó a Amelia, lo cual, provocó que esta se sintiera incómoda, porque era la primera vez que veía al padre de su alumna favorita.
- ¿Así que usted es la famosa miss Torres? -dijo Luciano con seriedad.
- Señor D’Angelo, ¡mucho gusto, Amelia Torres! -dijo Amelia extendiendo su mano respetuosamente.
- ¡Mucho gusto! -dijo el hombre apretando su mano, aquello la desconcertó, ya que más que una presentación, se sintió como una amenaza.
Luciano soltó la mano de Amelia cuando el doctor Santiesteban llegó, lo cual agradeció, pues vino a romper el incómodo momento.
- Pequeña Almendra, veo que ya estás despierta, me da muchísimo gusto, ¿Cómo te sientes?
- ¡Muy bien! ¡Mire! ¡Hoy está toda mi familia aquí!
- ¡Eso es fabuloso! Hoy te vas a quedar bajo observación y mañana puedes ir a casa, ¿De acuerdo? -dijo el hombre con calma.
- ¡Sí! Papá, ¿Te vas a quedar conmigo? Si no puedes, ¿podemos pedirle a miss Amelia que me cuide?
- ¡Voy a estar aquí! ¡No es necesario que nadie más se quede a cuidarte! -dijo el hombre seriamente.
Paloma entendió la indirecta de Luciano, por lo que, no queriendo pelear, concluyó que era momento de ir a casa.
- ¡Mi niña, veo que ya estás mucho mejor! Debo ir a casa a ver a Isabela, pero, prometo ir a verte. -dijo Paloma acariciando la suave mejilla de su sobrina.
- ¡Sí, tía! ¡Gracias, por avisarle a miss Amelia!
- ¡No hay de qué, cielo! ¡Pórtate bien! -dijo Paloma dándole un beso en la frente y caminando hacia la puerta. – Luciano, hermano, ¿podemos hablar?
Paloma antes de irse, necesitaba saber qué sucedía con su sobrina, así que, le hizo una seña a su hermano para que saliera de la habitación.
- ¿Qué necesitas? -dijo el hombre acercándose a Paloma.
- ¿Ya sabes qué sucede con Almendra? ¿Qué te dijo Santiesteban?
- ¿Cuánto conoces a la mujer que trajiste aquí? -preguntó Luciano, ignorando las preguntas de su hermana.
- ¿Cómo?
- Sí, ¿Cuánto conoces a esa tal Amelia Torres? Veo que mi hija le tiene mucha confianza.
- Luciano, ella es o era la profesora de Almendra, pero, eso lo sabrías si fueras al colegio con ella.
- No me gusta que extraños se acerquen a mi hija, menos cuando han puesto en riesgo su seguridad. -dijo el hombre con seriedad.
Paloma no entendía la reacción de su hermano, por lo que sin pensarlo dos veces dijo:
- Amelia no es ninguna extraña, es su profesora… Y… Ayer…
- Ella era su profesora, supongo que es quien debía cuidarla y, se ve que no hizo muy bien su trabajo, ¿no lo crees?
- ¡Luciano! -respondió Paloma sorprendida.
- ¿Ya te ibas? ¿No? -dijo el hombre molesto. - ¡Ve a casa, Paloma! Estoy aquí, mi hija no necesita nada más.
- ¿Sabes que estás siendo un idiota? Entiendo que estés preocupado y cansado, pero aquí es donde deberías parar con tus arranques. -dijo Paloma sintiendo una punzada en el pecho.
- Paloma, solo quiero que nos dejes en paz, ve a casa con tu esposo e hija.
Paloma quiso replicar aquel comentario, pero, al final, las últimas palabras la hicieron detenerse.
- Avísame si algo más surge, no pretendo incomodar, solo me preocupa mi sobrina. -dijo Paloma con un dejo de decepción.
Paloma solo vio cómo su hermano se giró y caminó hacia la habitación de su hija.
Por otro lado, Amelia no pudo evitar comparar al padre de Almendra con su exmarido, pues los dos prácticamente eran igual de amenazantes. Al ver que Paloma se había retirado abruptamente, sintió que lo mejor era retirarse.
- Señora Teresa, Almendra, creo que es momento de irme. -dijo Amelia despidiéndose.
- ¡Miss Amelia! ¡No se vaya! ¡Quédese aquí conmigo! -rogó la pequeña Almendra poniendo ojos de cachorrito.
- Mi niña, me encantaría, pero, necesitas descansar, tal vez en estos días pueda ir a visitarte, claro, sí tu tía o tu papá me lo permiten. -dijo Amelia no muy segura de aquello.
- ¡No, no se vaya! ¡Quédese aquí, conmigo! ¡Por favor!
- ¡Almendra! La señorita Torres debe tener cosas más importantes que hacer. -dijo Luciano con seriedad.
- Pero…
- ¡Nada de peros! ¡Despídete de la profesora Torres! ¡Tú debes descansar! -dijo el hombre sin dejarle espacio para réplicas.
- ¡Tranquila, cariño! ¡Te prometo que vendré a visitarte! -dijo Amelia sin saber si podría o no, cumplir con aquello.
- ¿De verdad?
- ¡Por supuesto!
Amelia había dicho eso como un consuelo, aunque en su situación actual, no sabía qué tan posible sería eso.
- ¡Está bien! La voy a estar esperando.
Tras esas palabras, Amelia le dio un beso en la frente, tomó sus cosas y salió de la habitación. Luciano, al verla salir, la siguió y cuando ella estaba por tomar el ascensor, la llamó.
- ¡Señorita Torres!
- Dígame, señor D’Angelo. -dijo Amelia sintiendo su aura amenazante.
- Le voy a pedir que, no vuelva a buscar a mi hija. -dijo Luciano con seriedad.
- ¿Disculpe?
- No entendiendo con qué cara se presenta aquí y finge preocupación, ¿Acaso cree que, por ser amable con mi hija, le daré una compensación? Hágase un favor y no caiga tan bajo.
Amelia, definitivamente, no esperaba aquellas palabras, pero, no iba a permitir que este hombre le hablara de ese modo.
- Señor D’Angelo, es la primera vez que lo veo y no entiendo por qué insinúa aquello, pero debo dejarle clara una cosa, su hija y yo nos llevamos bien, sí, sí es por un interés, pero no el que usted cree, aunque, escuchándole, entiendo por qué Almendra se siente cómoda conmigo.
Me queda claro que, usted fue quien pidió mi cabeza, supongo que eso le hará sentir mejor, pero, eso no va a arreglar el problema que usted tiene con su hija, ya que, podrá darle dinero y lujos, pero eso no compensará lo que le hace falta. -dijo Amelia con mucha seguridad.
Tras aquello, la mujer entró al elevador y se marchó, dejando una terrible sensación de molestia en Luciano.







