Inicio / Romance / Amar bajo la sombra del pasado / Capítulo 6: Hoy conocí al padre de Almendrita
Capítulo 6: Hoy conocí al padre de Almendrita

Al salir del lugar, Amelia tomó el metro para llegar a casa, le quedaba claro que esta era la última vez que había visto a aquella dulce niña.

Durante todo el camino, no paraba de pensar en el pasado, en su hija y su condición actual. Ella daría todo por poder ser madre, pero la vida la había castigado negándole aquella posibilidad.

La mujer no podía creer que aquel hombre frío fuese padre de una niña tan dulce como lo era Almendra, aunque ahora entendía por qué Almendra buscaba tanto una imagen materna.

Al llegar a casa, se topó con Daniela, su mejor amiga, quienes se conocían desde niñas. Aquella mujer, se encontraba angustiada, pues ya era hora de que su amiga estuviera en casa y, conociendo a su exmarido, se imaginaba lo peor, incluso, ya había pensado que, si no llegaba en menos de una hora, iría a poner una denuncia.

- ¡AMELIA! ¡YA ME HABÍAS PREOCUPADO! ¡DIOS, MUJER! Creía que te habías topado al idiota de Edgar, te estuve marcando, ya no sabía qué más hacer… -dijo Daniela con lágrimas en los ojos.

- ¡Perdona, Dani! Lo que sucede es que tuve un contratiempo, lamento mucho no avisarte. -dijo Amelia sacando su móvil del bolso y observando las decenas de llamadas de su amiga.

Amelia sabía que su amiga no exageraba, pues desde que ella se había divorciado de Edgar Salinas, lejos de que aquello hiciera que no se volvieran a ver, solo había servido para sacar a relucir el peor rostro de aquel hombre que, un día amó con todo su corazón.

Hoy día, ella no entendía por qué este hombre se había empeñado en hacer su vida miserable; la acosaba, insultaba por teléfono, no se cansaba de recordarle que su hija había muerto por su culpa y lo más preocupante era que, pareciera que jamás pretendía dejarla en paz. Incluso, con una sola llamada, aquella mujer podía perder su empleo así, sin más explicación.

- ¡Tranquila, Dani! Ya estoy en casa y creo que, aquí estaré un tiempo… -dijo Amelia poniendo una cara de resignación.

- ¿No me digas que otra vez te quedaste sin empleo? ¡MALDITO EDGAR! ¡ES UN HIJO DE PUTA! Definitivamente no puedo entender, ¿QUÉ DEMONIOS PRETENDE ESE TIPO CON TODO LO QUE HACE?

Amelia miró a su amiga con cansancio y dijo:

- Esta vez no fue por su culpa… -dijo Amelia con voz apagada.

- ¡AMELIA! ¡DEJA DE DEFENDER AL IDIOTA ESE! ¡BIEN SABEMOS QUE TODO SE TRATA DE ÉL Y SU ESTÚPIDA FAMILIA QUE NO QUIEREN DEJARTE EN SANTA PAZ! ¡DIOS! ¡YA PASARON CUATRO MALDITOS AÑOS! ¡CUATRO! ¿CÓMO DEMONIOS, SIGUE AFERRADO A LA IDEA DE QUE TÚ TUVISTE LA CULPA? ¡ÉL ES EL MALDITO QUE NO SUPO RESPETARTE! -gritó Daniela llena de frustración.

- ¡Tranquila, Dani! Por sorprendente que te parezca, esta vez no fue su culpa, yo solita me metí en un problema que resultó en que me despidieran.

- ¡Amelia! -dijo Daniela al ver que su amiga tenía los ojos llenos de lágrimas. - ¡Amiga, perdona mi reacción! ¡No te preocupes! Ya encontraremos otro trabajo, ya verás, este no es, ni será el único, ya verás que algo aparecerá.

Daniela, abrazó a su amiga al ver que ella trataba de aguantarse las ganas de llorar. Ella sabía que era una buena chica, solo que había caído en la fantasía del amor, cosa en la que ella desde hace mucho, no creía.

- ¡Tranquila, amiga! Con mi trabajo podemos soportar por un rato, sabes bien que ya se nos presentará algo, tú tranquila, sabes que yo estoy aquí para apoyarte, ¿Verdad?

- Debes pensar que soy una chillona, ¿verdad? -dijo Amelia limpiándose las lágrimas.

- ¡Siempre has sido una chillona! ¡Ya me acostumbré! -dijo Daniela haciendo reír a su amiga.

Daniela era su única familia, pues, tras la muerte de su tía abuela, prácticamente, aquella mujer, se había quedado completamente sola.

Ella más que nadie sabía lo difícil que habían sido todos los años tras su divorcio.

Cuando Amelia decidió regresar a su pueblo natal, inmediatamente, fue señalada por las personas mayores, quienes, de alguna manera, supieron que ella era una mujer divorciada.

Aquello generó una ola de rumores sobre aquella mujer, los cuales iban desde que, si le había sido infiel a su esposo, que, si nunca encajó en aquella familia, y el más cercano a la verdad, pero más doloroso, fue que, ella en 3 años no había podido darle un hijo a su marido.

Amelia, tras un año intentando hacer oídos sordos y lidiar con la depresión, finalmente se dio cuenta de que regresar al que creía su hogar, no había sido la mejor idea, por lo que, al final, terminó regresando al único lugar que conocía, y este era, la Ciudad de México.

Ya ahí, comenzó a estudiar, mientras trabajaba a medio tiempo en la dulcería de un cine conocido. Todo iba bien, al menos hasta que, un día sin querer, se topó con Edgar Salinas en el cine, mientras este, iba con su ahora esposa, Larissa Marcos.

Solo unos minutos bastaron para que, la tranquilidad con la que Amelia había vivido por dos años, se esfumara.

Después de ese día, fue despedida y desde entonces, por más que buscaba trabajo, no importaba así fuese incluso de limpieza, ella no duraba, la terminaban despidiendo sin ninguna razón evidente o razonable.

En uno de los tantos trabajos que perdió, el encargado de recursos humanos, tal vez sintiendo culpa, fue quien fue sincero y le dijo que la orden venía de muy arriba y que no podía hacer nada al respecto.

Amelia no tuvo que ser muy lista para darse cuenta de que no se trataba de mala suerte o una mala racha, más bien, todo aquello tenía un nombre y apellido, todo gritaba el nombre de Edgar Salinas por donde se viera.

- ¿Amelia?

- ¿Qué pasó? -dijo la mujer limpiándose las lágrimas.

- ¿Recuerdas cuando nos volvimos a ver? -preguntó Daniela tratando de cambiar de tema.

- Sí, si lo recuerdo…

- Bueno, hace ya un año y, desde entonces, las cosas no es que sean las mejores, pero, hemos podido con esto y más cosas, ¿no lo crees? Digo, sí corriste con mucha suerte en aquel colegio, pero igual si buscas en otro estado, bien nos podemos mudar. -dijo Daniela tratando de darle ánimos.

- Dani, tú no tienes por qué cargar con mi mala suerte, ya veré qué hacer, lo único que me duele es que ya no podré ver a la niña de la que te platicaba.

- Bueno, amiga, eso iba a ocurrir tarde o temprano, los niños crecen y ven para otro lado, más siendo de una familia rica, ¿no lo crees?

- Hoy conocí al padre de Almendrita… -dijo Amelia recordando aquel incómodo momento.

- ¿Por fin el señor ocupado le puso atención a su hija? -dijo Daniela recordando algo que su amiga le había contado con anterioridad.

- Supongo que no tenía opción, mi pequeña Almendra llegó al hospital y al final, ya no supe ni por qué.

- Ya sabes cómo es esa gente rica, un rasponcito y los llevan casi, casi con el cirujano plástico.

- No, la verdad es que, su tía sí se notaba preocupada. -dijo Amelia recordando a Paloma.

- Amiga, si tanto te preocupa esa niña, pues mañana ve a verla y ya, seguro que ella también se va a alegrar de verte, por lo que me has contado, le agradas a esa niña, además, ya no tienes que ir a esa escuela, ¿No?

- No es tan fácil…

- ¡Claro que sí!

- ¡No! Su padre me prohibió rotundamente acercarme a ella. -dijo Amelia con un dejo de decepción.

- ¿Cómo? ¿Por qué?

- ¿La verdad? En la escuela me culparon por la pelea que tuvo Almendra con Camila Riva.

- ¡MALDITOS! ¡SON UNOS IDIOTAS! Tú lo único que hiciste fue defenderla, nadie ahí quería meterse porque la otra niña es nieta del dueño. ¿Cómo podrías tú tener la culpa? Además, ¿Cómo es posible que el padre de la niña haga eso? Tu me has dicho que la niña es quien te busca mucho, ¿no? ¿Recuerdas que hasta te regaló un par de aretes preciosos? ¡Esas cosas se ve que son carísimas! -dijo Daniela tratando de autocontrolarse.

Amelia solo movió su cabeza en negación, le dolía la situación, pues ni a su mejor amiga se lo había dicho, pero convivir con aquella niña le hacía pensar en cómo sería su hija si no hubiese muerto hace años.

- Bueno, pues… Supongo que no puedo hacer mucho, su padre me dejó bien claro que no quiere que me acerque a Almendra, no quiero meterme en más problemas, ya bastante tengo con Edgar, como para ahora tener problemas con un hombre que ni conozco. -dijo Amelia tratando de autoengañarse, ya que sabía que desde que escuchó aquello, su corazón estaba inquieto.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP