Mundo ficciónIniciar sesiónPaloma observaba al hombre que iba a su lado y le quedaba claro que, la muerte de su esposa lo había cambiado y no precisamente para bien. Ella no quería reconocerlo, pero en más de una ocasión, se había percatado de que se mostraba arrogante, frío y calculador, tal como era en el pasado.
- Luciano, ¿qué piensas hacer? -preguntó Paloma con duda.
Luciano no respondió al instante, pero, tras unos minutos, volteó a verla y dijo:
- Lo que deba hacer, no es asunto tuyo…
- Sé que estás molesto, pero no tienes por qué hablarme de esta manera.
- Yo no fui quien insistió en venir, ¿o sí?
- Creo que podemos buscar una solución, sé que debe haber una buena explicación a lo que sucedió ayer. Aldo pensaba hablar con el director cuando las cosas se hubiesen calmado.
- ¿Explicación dices? Mi hija no merece ser tratada como si fuese una delincuente… Lo menos que haré será sacarla de este lugar y, ¿te digo algo? Deben ofrecerme una disculpa pública, de lo contrario, créeme, Paloma, cerraré el maldito lugar. -dijo el hombre como si se tratase de algo muy sencillo para él.
- ¡LUCIANO! ¿QUÉ DEMONIOS TIENES EN LA CABEZA? ¡SON COSAS DE NIÑOS! -dijo Paloma sorprendida.
- ¿Cosas de niños dices? Ayer tuviste oportunidad de ver cómo la madre de la niña que agrede a mi hija la llamó: “salvaje, rebelde, agresiva,” ¿Crees que eso tiene arreglo?
- Luciano, si sacas a Almendra de aquí, ¿a dónde piensas moverla? Estamos a mitad de año, sabes bien que le ha costado adaptarse al colegio.
- Tuve toda la madrugada para pensar las cosas…
- Luciano, por favor, no hagas tonterías.
Al llegar al colegio, Luciano se dirigió a la dirección y exigió hablar con el director de aquel lugar.
- Señor, el director aún no llega, pero si gusta, le agendo una cita para otro día.
- ¿Acaso no dije que soy el padre de Almendra D’Angelo Pastrana? Créame, si no quiere que todo lo que sucedió ayer, se sepa por todos lados, será mejor que lo encuentre en los próximos 5 minutos. -dijo Luciano de modo intimidante.
Aquello hizo que la asistente fuese en búsqueda de su jefe, ya que se notaba que aquel padre hablaba muy en serio.
Tras unos minutos, la joven regresó, abrió la puerta y permitió pasar al hombre y su hermana con el director. Luciano entró sin inmutarse por la presencia de quienes lo observaban con interés, sorpresa e incluso miedo, puesto que era la primera vez que lo veían por ahí.
- ¡Señor D’Angelo! ¡Buenos días! -dijo un hombre robusto y bonachón.
- Buen día, señor Saavedra… -dijo Luciano con fingida educación.
- Me dijo mi asistente que querían hablar conmigo sobre la niña D’Angelo. Debe entender que este lugar tiene reglas, su hija las rompió y todo tiene consecuencias. -dijo el hombre creyendo que trataba con cualquier padre de familia molesto.
- ¿Ah? ¿Sí? ¿Y? ¿Cuál es esa lección? ¿Podría decirme? -dijo Luciano fingiendo una calma que no sentía.
- Bueno, señor D’Angelo, no es necesario que ironicemos el tema, usted sabe bien lo que sucedió o, al menos, confió en que su hermana le haya contado. -dijo el director mirando a Paloma burlonamente.
Aquello, causó desagrado en Luciano, pues, a pesar de no compaginar muy bien con ella, no podía permitir que alguien viniese a tratarla como tonta.
- Le voy a decir una cosa, no soy un hombre que necesite esconderse detrás de alguien. El tema es de mi hija, así que será mejor que usted mismo me diga lo que ocurrió, porque yo solo tengo una versión de los hechos y, créame, supongo que no se necesita ser muy listo para saber que algo grave está ocurriendo.
- ¿Acaso usted insinúa que no sé qué ocurrió?
- No insinuó, lo confirmo, ya que convenientemente mi hija fue la suspendida, pero, ¿la otra niña, qué? ¿Por ser nieta del dueño de este lugar no tiene castigo?
Al escuchar aquello, el hombre sintió que las cosas se saldrían de control, pero aun así, trató de mantener su postura.
- Señor D’Angelo, ayer su hija agredió sin motivo, atacó a su compañerita, incluso tuvimos que llevarla al hospital.
- Entonces, ¿Si tuvieron que ir al médico? ¿Por qué mi hija solo tuvo que ser atendida por una tal Miss Amelia y no por un médico? Almendra tiene un golpe en el labio y raspones en las rodillas, ¿Acaso eso no ameritaba que el médico la revisara? ¿Acaso la otra niña, por ser nieta de quien es, merece mejor trato?
- Señor D’Angelo, debe entendernos, la niña resultó muy lastimada y nosotros no tenemos la culpa de que desde casita no le enseñen modales a sus hijos, aquí mandamos a los niños a aprender a leer, escribir, pero, los valores se enseñan desde casita. -dijo el hombre tratando de parecer empático.
- ¡Vaya! No esperaba una respuesta como esta, así que, le voy a advertir algo… -dijo Luciano mientras se acercaba al hombre y lo tomaba de la corbata. - ¡Más le vale que arregle las cosas y sea algo que me parezca justo! De lo contrario, puede irse despidiendo de este lugar, ya que, yo mismo lo cerraré, ¿Entendió?
- ¡LUCIANO! Por favor, trata de calmarte. -dijo Paloma ante la reacción de su hermano.
- ¡Señor D’Angelo! ¿Qué… ¿Qué está insinuando? -dijo el hombre con evidente miedo en la voz.
- ¡Quiero una puta disculpa pública! ¡Quiero sanciones para la otra niña! Porque créame, esto lo voy a exponer y se sabrá que en esta escuela, por ser nieta de quien es, se puede promover el acoso escolar y no tener consecuencias.
Piénselo bien y hable con el dueño de este lugar, porque, si yo fuese usted, haría lo correcto, claro, si valora su trabajo y creo que así es, ¿Verdad? -dijo Luciano reflejando en sus ojos la tormenta que seguro caería sobre aquel hombre.
- Se… Señor D’Angelo, ya estamos tomando cartas en el asunto, no debería decirlo, porque es algo que se arregla de manera interna, pero, hoy mismo vamos a despedir a la profesora que debió atender el tema y no lo hizo apropiadamente.
- ¿A qué se refiere? -preguntó Paloma un tanto sorprendida por su declaración.
- Señora Pellegrini, ayer miss Torres incumplió varias reglas, eso no lo permitimos en la institución, por lo que, no solo Almendra D’Angelo tuvo consecuencias, también miss Torres las tendrá.
- Pero… ¡Ella solo ayudó a mi sobrina! ¿Qué culpa tiene aquella profesora? -dijo Paloma sorprendida.
Luciano por su parte, en ese punto, estaba contestando una llamada que acababa de entrarle.
- Señor D’Angelo, venga rápidamente a casa, la niña Almendra amaneció con una fuerte hemorragia nasal y no puedo detenerla, esta no es la primera vez que nos sucede, le hablé a su pediatra, pero no lo localizo, así que hable al 911, vamos para el hospital. -dijo Teresa angustiada.
- ¡Voy para allá! -dijo Luciano terminando la llamada.
Paloma escuchó las breves palabras de Luciano, así que, intrigada, preguntó:
- ¿Qué ocurre, Luciano?
- Se trata de Almendra, la están llevando al hospital. -dijo el hombre un tanto aturdido, lo cual no duró mucho. - Señor Saavedra, será mejor que a mi hija no le haya ocurrido nada, ya que, de lo contrario, créame, el haberla suspendido será el menor de sus problemas.







