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Capítulo 2: ¿Por qué no puedo tener otra mamá?

Eran las 3:00 am, Luciano D’Angelo llegaba a casa luego de un largo día lleno de trabajo y una cena con Barbara Castrejón. Al entrar, se sorprendió al escuchar la voz de Teresa, su ama de llaves.

- ¿Señor D’Angelo?

- ¿Qué sucede, Teresa? ¿Acaso usted no descansa? -dijo el hombre con voz cansada.

- Señor D’Angelo, sé que no le gusta que lo molestemos y menos a esta hora, pero… Tenemos un serio problema del cual debemos hablar.

Algo en el semblante de aquella mujer, le decía que realmente necesitaba atender el tema en ese momento, por lo que, soltó un suspiro, aflojó su corbata y caminó hacia el recibidor.

- ¿Qué sucede? Sabes bien que vengo cansado, así que, dime, ¿Qué necesitas que revisemos?

- Se trata de la niña Almendra, la suspendieron del colegio. -dijo la mujer con precaución.

- ¡Teresa! ¡Almendra solo tiene 4 años! ¡Va al jardín de niños! ¿Cómo es posible que la hayan suspendido? -respondió el hombre con incredulidad.

- Estuve tratando de localizarlo, pero, Tadeo me dijo que se encontraba en una reunión con la señorita Castrejón. -dijo Teresa sabiendo que aquel, era un tema que su jefe mantenía en completo hermetismo.

- ¿Por qué se supone que suspendieron a mi hija del colegio? -dijo Luciano sirviéndose un trago.

- La niña Almendra es constantemente molestada por sus compañeras de clase, ella me ha dicho que no quieren jugar con ella, me ha dicho que incluso, no le prestan los juguetes que hay en el salón.

- ¿Eso es motivo para que la suspendan? -dijo Luciano con molestia.

- ¡No, claro que no! Las niñas del colegio, constantemente la molestan debido a que dicen que no tiene mamá. -dijo la mujer con pesar.

- ¿Qué? ¿Qué cosas dices? ¡Por Dios! ¡Son niñas de 4 años! -dijo el hombre minimizando el tema.

- Señor D’Angelo, hoy la niña Almendra, empujó a la niña que suele molestarla en el colegio.

- ¿Así que esa es la razón por la que la suspendieron?

- Hablé con Almendrita del tema, ella solo reaccionó así para defenderse, pues las otras niñas la estaban empujando, tanto así que, termino con las rodillas raspadas luego de caer al suelo.

Señor, usted me paga por cuidarla y cuidar de esta casa, pero seamos honestos, en ocasiones… Siento que me esta delegando todo el cuidado y crianza de su hija, pero hay temas que solo usted debe atender.

- ¿Acaso estás insinuando que soy un mal padre? -dijo el hombre volteando a ver a Teresa con frialdad.

- ¡No lo insinuó! ¡Lo afirmo! ¡No me importa si me despide…! ¡Es importante que voltee a ver a su hija! ¡Ella es una niña y está sufriendo! Hoy, al no poder localizarlo, tuve que llamar a su hermana, pues la niña a la que empujó es la nieta del director de la escuela y nos mandaron a llamar al colegio.

- ¿POR QUÉ LLAMASTE A MI HERMANA? -gritó Luciano imaginando lo que se avecinaba.

- Señor, ¿qué quería que hiciera? Estuve tratando de localizarlo y no pude hacerlo. Mire, yo sé que usted es libre de rehacer su vida, pero, tiene una responsabilidad con su hija, no puede simplemente hacer como si no tuviera hija, ya bastante tiene Almendra con que su mamá no está a su lado, como para que, ahora, usted también la abandone.

- Teresa… ¿A dónde quieres llegar con todo esto? -dijo Luciano tratando de contener su evidente ira.

- Señor D’Angelo, no sé qué esté pasando por su cabeza en estos últimos años, no obstante, siendo honesta, si usted no puede cuidar a su hija, será mejor que le pida a la señorita Paloma o la señora Moretti que se hagan cargo de Almendrita. -dijo Teresa cambiando de tono.

Teresa sabía que estaba cruzando la línea, pero de solo recordar el incidente, aquello le daba el valor para hablar como lo estaba haciendo.

– La niña Almendra está sufriendo… No entiendo cómo es posible que ya desde niña le digan que es: “la niña sin madre, la huérfana”. Si usted hubiera estado ahí, si usted hubiera escuchado todo lo que la madre de esa niña le dijo a mi niña, me entendería, pues de agresiva, rebelde, revoltosa, grosera y salvaje no la bajó. -dijo Teresa con un nudo en la garganta.

Luciano escuchó atento todo lo que Teresa dijo, mientras hacía aquello, se hacía una nota mental para pedirle a Tadeo que fuese al colegio de su hija, a solucionar el tema; sin embargo, aquellas últimas palabras no le habían gustado en lo absoluto.

En el caso de Teresa, aunque le estaba diciendo algunas verdades, había cosas que se estaba guardando, como el hecho de que, desde que Barbara Castrejón apareció en su vida, el hombre había hecho a un lado a la pequeña Almendra y no solo eso, actualmente solo podría describirlo como frío e impaciente.

- Teresa, ¡Ve a dormir! -dijo el hombre mirando su reloj. - En unas horas veré cómo resolver el tema por mi cuenta.

- Pero señor… ¿Qué va a hacer?

- Lo que haga o no es tu asunto… Será mejor que vayas a descansar. -dijo Luciano mientras tomaba todo el contenido de su vaso.

- Señor D’Angelo, la señora Paloma me dijo que vendría mañana por la mañana a platicar con usted, me pidió que le dijera que lo esperara y que, de no ser así, iría a su oficina.

Luciano apretó con fuerza el vaso, sabía que la plática de este momento no era nada comparado con tener sobre él a Paloma, su hermana con el matrimonio perfecto.

Luego de ver cómo aquella mujer lo dejaba solo, el hombre subió a donde estaba la habitación de su hija, la cual, descubrió que se encontraba despierta.

- Almendra… No cierres los ojos, acabo de ver cómo los tenías abiertos.

- Buenas noches, papá… -dijo Almendra volteándose y dándole la espalda.

- ¿Quieres decirme qué ocurrió hoy? -dijo el hombre con una extraña calma.

- ¡No! -respondió Almendra tapándose con las cobijas.

- ¿Por qué no?

- Mi tía Paloma ya habló conmigo…

- Pero yo soy tu padre y quiero saber qué te ocurrió, ¿Puedes dejar de jugar?

- ¡No! Papá, tengo sueño…

- Almendra, habló en serio, dime, ¿Qué fue lo que sucedió? -dijo el hombre cambiando el tono de voz suave a uno más enérgico.

- Ya se lo dije a Tere, a la tía Paloma y al tío Aldo…

- ¡YO SOY TU PADRE! ¡NO LO OLVIDES!

Tras aquello, Luciano escuchó cómo su hija comenzó a sollozar, por lo que el hombre jaló el cobertor y giró el cuerpo de su hija para poder verla.

En ese momento, los azules ojos de aquella niña, se posaron sobre los suyos, aquello le provocó una fuerte punzada en el pecho, ya que logró ver cómo su labio tenía un hematoma. Sin pensarlo dos veces y sin decirle nada, la cargó y la llevó a su habitación.

- ¿A dónde vamos, papá?

- Hoy dormirás conmigo…

- ¡Lo siento, papá! ¡Lo siento! ¡Yo no quería pegarle! ¡Ella me empujó y me lastimé! -dijo Almendra entre sollozos.

Al llegar a su habitación, el hombre la colocó en su cama, luego reviso las rodillas de la niña, las cuales tenían una gaza cubriéndolas.

- El tío Aldo me puso pomadita y esta gacita para que ya no me doliera.

- Hmm… Mañana iremos al hospital para que te revisen, ¿Entendido?

- ¡No! ¡No, papá! ¡Yo estoy bien! El tío Aldo ya revisó mi herida, además, la miss Amelia me ayudó y curó mis rodillas cuando estaban sangrando, aunque luego la regañaron por mi culpa. -dijo la niña bajando la mirada.

- ¿Quién es la miss Amelia?

- ¡Ella es mi maestra!

- Ah, ¿sí? Dime, ¿Qué te sucedió? ¿Cómo terminaste así?

Almendra al ver que su padre no la reprendía, finalmente comenzó a hablar.

- Hay una niña que se llama Camila, ella va en otro salón y siempre que me ve, me empuja o me hace cosas, me saca la lengua y no deja que otras niñas jueguen conmigo.

 - ¿Por qué te molesta?

- Ella dice que no tengo mamá, que no soy como ellas, por eso no puedo jugar con ellas. Antes no eran así conmigo, pero, luego de que no lleve a mi mamá el día de las madres, ellas me miran feo y me dicen cosas feas…

- Tú sabes dónde está mamá, ¿Cierto?

- Sí… Yo les dije que mi mamá está en el cielo.

- Almendra, tú no tienes que darle explicaciones a nadie.

- Papá, ¿Por qué no puedo tener otra mamá? Todas las niñas tienen una mamá, ¿Por qué no puedo ser como las otras niñas?

- Almendra, no necesitas ser como las otras niñas, tú eres tú y no tienes que demostrarle nada a nadie…

- ¡YO QUIERO UNA MAMÁ VIVA! ¡YO QUIERO UNA MAMÁ QUE ME CUIDE! ¡YO QUIERO QUE UNA MAMÁ ME LLEVE A LA ESCUELA! -gritó la niña mientras comenzaba a llorar.

- ¡ALMENDRA! -gritó Luciano molesto ante lo que creía un berrinche.

- ¡TU NO ME QUIERES! ¡TÚ SIEMPRE ESTÁS EN EL TRABAJO! ¡YO QUIERO UNA MAMÁ! ¡YO QUIERO UNA MAMÁ COMO MISS AMELIA! ¡ELLA SÍ ME QUIERE! ¡ELLA ME CUIDA! ¡ME DEBERÍAS REGALAR CON ELLA! ¡TÚ YA TIENES A ESA MUJER! -gritó la niña mientras salía corriendo de la habitación de su padre.

- ¿A DÓNDE VAS? ¡ALMENDRA!

Luciano poco sabía de cómo tratar a su hija, lo que si le quedaba claro era que esto no era algo que pudiera solucionar tan fácilmente como pensaba.

Un par de horas después, sin poder dormir algo, Luciano se alistó para ir por vez primera al colegio de su hija, al menos eso llevaba en la cabeza hasta que, al bajar las escaleras, una voz conocida llamó su atención.

- ¡Luciano!

El hombre se detuvo abruptamente, sus ojos se clavaron en los de aquella mujer, suspiró con cansancio sabiendo lo que se avecinaba.

- Paloma…

- Ayer el comenté a Tere que vendría a verte, ¿Acaso no te pasó el recado?

- ¡Sí, lo hizo! Pero, como verás, voy de salida.

- ¡Luciano D’Angelo! Necesitamos hablar, lo que le sucedió a Almendrita ayer no es cualquier cosa, ¿Dónde carajos estabas metido?

- Paloma, creo que te estás metiendo en temas que no son de tu incumbencia. -dijo el hombre con frialdad.

- Pues si de verdad cuidaras a tu hija, yo no tendría por qué preocuparme, así que la que hable contigo sea Ángela Moretti, será mejor que me escuches.

Luciano estaba a punto de decir algo más, pero, pensó mejor las cosas y sin que ella se lo esperará, abrió la puerta de su camioneta y dijo:

- Hablemos en el auto.

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